Un lugar cómodo, cálido y reconfortante en donde estar, así era el disfrutar del abrazo de Leandro. Sus brazos alrededor de mi espalda, su aroma natural y varonil. No quiero que este momento acabe nunca, tampoco quiero levantarme de sus piernas, ni alejar mi rostro de su cuello.Mis ojos se abren de golpe ante mi regreso a la realidad.Estoy sentada en las piernas de Leandro, en las piernas de mi jefe y dicho comportamiento es totalmente reprochable, una conducta inapropiada que debo finalizar lo más pronto posible.—¡Perdón, me dejé llevar! — exclamo levantándome de su regazo.Estoy abochornada y sé que sonrojada. Leandro no está abochornado, está más bien divertido.—¿Nos hemos dejado llevar en situaciones más íntimas que esta no? — dice sonriente, desestimando mi bochorno.Mi mente vieja a esas situaciones, siendo una muy reciente, más de lo que me gustaría admitir. Esta mañana nos besamos en ese jardín de hortensias. No fue un beso accidental, o uno del que parezcamos arrepentirno
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