—Maldición, ¿a qué juegas? —Al ver a un hombre acosador, Elías se levantó lleno de indignación. —Mi amiga ya dijo que no sabe cantar, ¿por qué sigues insistiendo con eso?—¡Exacto! Forzarla a cantar algo que no sabe, ¿no es esto acosar a alguien? —Aurora lo apoyó.Los demás, aunque no dijeron nada, mostraron caras de total indignación.—¿Ahora tienes cómplices? —El hombre obeso soltó una carcajada—. Si ya estás en el escenario, sigue las reglas. De todos modos, ya he dado mi propina, ¡tienes que cantarme una canción hoy!—¿Tu propina? No me alcanzaría ni para un té —Respondió Elías con desdén—. ¡De acuerdo! ¿Quieres hablar de reglas? Camarero, tráeme cien rosas, que ella cante lo que quiera.Dicho esto, deslizó su tarjeta en la terminal de pago para diez mil pesos.—¡Qué generoso eres! Diez mil pesos, así como así.—Debe ser el hijo de algún rico. Ahora sí, esto va a ser interesante.Viendo la tensión entre los dos, la gente comenzó a mostrarse interesada. Esto era más entretenido qu
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