116. En realidad la culpa es tuya.
La manilla comenzó a moverse lentamente, emitiendo un chirrido siniestro. La puerta se abrió de golpe y Joseph apareció en el umbral, su rostro lleno de furia. Sus ojos recorrieron la habitación rápidamente hasta posarse en Marguerite.— ¡¿Dónde está la niña?! —gritó Joseph.Marguerite, no dejaría que nada le ocurriera a la pequeña, jamás creyó que llegarían a ese punto, armándose de valor, se puso delante de la cama, intentando ocultar a Hanna con su propio cuerpo. —¡Déjala en paz!Joseph, sin previo aviso, propinó un fuerte golpe en el rostro de Marguerite. La fuerza del impacto la hizo caer, golpeándose violentamente contra la mesita de noche. Un corte se abrió en su nuca y la sangre comenzó a brotar, manchando el suelo de madera.Hanna, al ver a su tía aparentemente inerte, no pudo contenerse más y soltó un grito desgarrador, comenzando a llorar con desesperación. La pequeña trató de mover las sábanas que la cubrían, intentando acercarse a su tía.— ¡La mataste, mataste a mi tía!
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