Su ego no respondió. Resignada, decidí hacer una locura y me recosté en el suelo de la alfombra. "Entonces dormiré aquí, ¿te molesta?," me crucé de brazos para protegerme del frío. "Briana, por favor, ve a la cama," pidió Lautaro, pero yo negué. "No quiero," dije como si fuera una niña, y él suspiró. "Te vas a enfermar ahí abajo, hace frío," advirtió. "Pues me enfermaré, y será tu culpa," mencioné con molestia. "Bueno, está bien. Vamos a la habitación," dijo él mientras avanzábamos hasta llegar. El color celeste del acolchado hizo su aparición cuando ingresamos. Las cobijas estaban un poco deslizadas hacia abajo, ya que yo había salido. "Está bien, dormi
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