Sonriente, observó como Alessandro decora él mismo la habitación de las bebés. Algo que me emociona ver y más, cuando no usa camisa para hacerlo. Su cuerpo y como observa atentamente cada cosa para buscarle el lugar perfecto me da una vista increíble y también, me conmueve bastante. — Me encanta que me veas así, cariño mío — murmura Alessandro sin dejar de buscarle un lugar a tanta ropa en el armario de las niñas. — Bueno, hay muchas cosas buenas que ver en usted, señor mío. — En ti también, amor. — dice Alessandro colocando sus manos en mi gran vientre. — Te amo, mi amor. Pero, eres un mal mentiroso. Parezco un pingüino e incluso, camino como un pingüino. — Un pingüino hermoso. Tanto que no puedo dejar de mirarte— susurra Alessandro para después darme un beso.
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