Después de su triunfo del día, Zashirah, había cenado satisfactoriamente, para luego marcharse a sus aposentos, se sentía feliz, los besos ansiosos de Shemir, le recordaban al pasado, un pasado en el que era difícil controlar la necesidad de estar cerca, un pasado que evidentemente él tampoco había olvidado, aunque le hubiese querido hacer creer que si.Después de una rápida ducha, se colocó su pijama, y sin poder resistirse se quedó de pie viendo a través del ventanal de su habitación, la oscura inmensidad del desierto. Sospechaba que aquel era un gusto que todos disfrutaban, el desierto de noche era tan oscuro, tan inmenso que parecía absorber todo, daba la impresión de atraparte en su inmensidad, y si a eso le sumamos un cielo iluminado por millones de estrellas, era algo mágico. Para otros sería una vista cualquiera, para los Norusakistanes, era una vista increíble, quizás tan hermoso como ver ese mismo desierto iluminado por el vibrante sol diurno.-¡Gracias Alá!- elevó su plegar
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