Nina“Ni-Nina...”. El sonido de la voz de Enzo, en ese momento, fue lo más hermoso que había escuchado jamás. “Estoy aquí, Enzo”, susurré, manteniendo las manos sobre su espalda desgarrada mientras seguía concentrando toda mi energía en curarle. “Estoy aquí”. “Nina... Detente...”. Abrí los ojos y miré a Enzo con el ceño fruncido. ¿Por qué querría que dejara de curarle? “Sé que duele”, le dije con tono tranquilizador, “pero te prometo que casi he terminado”. De repente, me di cuenta de por qué Enzo quería que parara cuando oí que la puerta se abría. Jadeé, levantando la vista y vi a Edward de pie en la puerta. “¿Qué demonios está pasando aquí?”, exclamó, cogiendo un gran instrumento metálico en forma de vara de la mesa que había junto a la puerta. “¿Intentamos escapar?”. Me quedé paralizada, con las manos aún apretadas contra la espalda de Enzo, mientras intentaba concentrarme en seguir curándole todo lo que pudiera. Sin embargo, al cabo de un momento, Edward cruzó la hab
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