En algún lugar de Chicago… —Honestamente, Salvatore — digo, mientras mi mundo permanece en la oscuridad detrás de una venda de seda —No sé de qué se trata todo este secreto, soy mala para las sorpresas. Sus manos están sobre mis hombros llevándome ... a alguna parte. Todo comenzó hace unas seis horas cuando condujimos a un campo de aviación privado y él me acompañó a un avión, el suyo, mi flamante esposo, ahora era dueño de un avión más lujoso y moderno. Me vendaron los ojos durante la duración del vuelo, lo que sinceramente no fue tan malo porque, bueno, era lo único que llevaba puesto la mayor parte del tiempo. El embarazo, parece haber hecho el sexo más placentero y ¿quién soy yo para no ceder a mis placeres y los de mi hombre? Después de que él me vistió y aterrizamos, me llevó a un auto. Condujimos aquí, donde sea que estuviera. Todo el tiempo se negó a decirme dónde estábamos y hacia dónde íbamos. —Ya casi llegamos —me dice al oído. Suspiró, dejándome consolar en su calidez
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