Irina. —¿Estás segura de que vendrá? —me giré hacia Sonya, mi mejor amiga de la preparatoria, y recogí mi cabello mirándome al espejo. Cada vez, y era a menudo que hablaba de Damien, se me hacía un nudo en el estómago. Ya tenía tres años sin verlo en persona, y si no estaba siendo demasiado extrema, me asfixiaba su falta. No podía negar que había un día que no dejara un mensaje para él, tampoco que al menos una vez por semana, nos hiciéramos una videollamada, Damien siempre mantenía el contacto conmigo, pero sentía que estos tres años, algo había cambiado en nosotros por la distancia. Aún no podía asimilar que se hubiese ido ese día en que había llorado a mares por su partida repentina, pero ahora que regresaba, y no sabía por cuanto tiempo, solo sentía que todo era una constante vibración nerviosa en mi existencia. Solté el aliento, y me miré al espejo, este vestido tampoco me gustaba. No me gustaba mucho el azul. —Estoy segura de que vendrá… me lo dijo, y nunca me miente… —le a
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