MUÑEQUITA. CAPÍTULO 26. Una mente perversa
Mitch se dio cuenta de la realidad cuando lo golpeó como una tonelada de ladrillos. ¡Le había dicho a Grace que se había acabado y ella... pues ella le había hecho caso! —¡No, no, no, señorita, esto no se termina así! —murmuró para sí mismo corriendo tras ella, pero para cuando llegó al salón, sus tíos ya estaban rodeándola y hablando con ella y con el doctorcito. Y tal como estaban las cosas en aquel momento, quizás besuquearla delante de su padre no era la idea más inteligente del mundo. —¡Tú y yo vamos a hablar mañana! —rezongó, pero no dejó la fiesta hasta que no se aseguró de que ella se fuera derechito a casa con sus padres. Durmió inquieto esa noche, y al día siguiente amaneció tocando a la puerta de su tío con la determinación retratada en la cara. —Hijo, ¿cómo estás? —lo saludó su tía Elisa con cariño. —Bien tía, vengo a buscar a la muñequita, me hace falta hablar con ella. —¿A Grace...? —se sorprendió Elisa—. Pues ya se fue, cariño, deben estar volando ahora mismo. —¿
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