— Tengo una propuesta para ti. —Siempre y cuando no deje marcas visibles—. Sin pensarlo conscientemente, la respuesta se escapa de mis labios y la vergüenza florece desde la manzana de mis mejillas hasta la parte superior de mis pechos. El calor recorre mi piel, dejándome sonrojada y sensible, incapaz de controlar la reacción de mi cuerpo ante su cercanía, de deshacerme de los efectos que crea su mera presencia. Porque la racionalidad me falla una y otra vez, y en su lugar, me quedo sonriendo tontamente mientras mi cuerpo traidor sólo quiere complacerlo. Todo lo que quiera. En cualquier momento. Jesucristo, Lilibeth. Consíganlo juntos. Un castigo que llega un poco tarde mientras lucho por encontrar su mirada, uno que atraviesa cada muro que intento erigir en su nombre. En cambio, no me queda más remedio que levantarme y salir de la habitación con mi taza de café en la mano, fingiendo que necesito otra dosis. No estoy huyendo per se, sino intentando, sin éxito, crear distancia entr
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