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Todos los capítulos de MADRE SOLTERA Y CEO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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CAPÍTULO 31. ¿Son tuyos los trillizos?
En La Rinconera, el Narrador: Mirelys, una vez que escuchó a su madre por teléfono, quien le recordó la crisis económica por la que estaba pasando los viñedos, reflexionó sobre su decisión de irse de la hacienda. Para ella, era difícil aceptar una nueva humillación de parte de Rafael, aunque sea del hombre que más le gusta. No obstante, solo de pensar que pudieran declararse en quiebra y que sus amistades se enteren de esto, la hizo estremecer y doblegar su voluntad. —¡Está bien, que conste solo lo hago por ti! —respondió ella, pasando el celular a Camila, volviendo a estacionar la camioneta y observando con envidia y recelo la camioneta que conducía Rafael, la Range Rover de siete puestos, propiedad de su invitada. —¡Hiciste lo correcto! Hija —manifestó Camila, feliz de que esta no se hubiera ido. Ella no está dispuesta a permitir que su hijo se case con cualquier mujer que consiga en el camino. »¡No te enojes con tu madre! —murmuró Camila— Ella como yo, queremos lo mejor para t
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CAPÍTULO 32. ¡Recapacitando!
Rafael: —Gracias, Rafael —me susurró Sofía— en algún momento retribuyo esta invitación en Isla Paraíso —agregó ella, agradecida por todas las atenciones, especialmente con sus hijos. —Estaré encantado de conocer la Isla —respondí con una voz seductora, dejándome llevar por la magia de la noche, por la presencia de ella y por su melodiosa voz. —¿Solo tienes a tu tía Anastasia? —me preguntó ella de repente, de forma directa, sin mostrar para nada la intención de curiosear o averiguar. —No, vivo con mi madre, que es la gemela de mi tía Anastasia, mi hermana Diana, mi cuñado Sasha, un ruso extraordinario que es mi hombre de negocios y se mantiene de viaje. »También, mis adorados sobrinos, Sasha y Andrei, mis gemelos, los cuales no están aquí, porque de no, tampoco pudiéramos conversar. Ellos, son muy celosos conmigo, me absorben totalmente —aseguró él, con un brillo en sus ojos. —¡Ah caramba! ¡O sea, que tu familia es de embarazos múltiples! —concluyó ella, con una sonrisa. —Según a
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CAPÍTULO 33. ¡La tóxica, esa!
El Narrador: —¡Buenas noches! —saludó con una voz muy melosa y susurrante Mirelys, vestida con un baby doll negro transparente, que no cubría absolutamente nada. —¡Buenas noches! —respondió Sofía con su voz dulce, agradable, pero con una mirada, por el contrario, enigmática. —¡Disculpa que te moleste, a esta hora! Pero, antes de ir a dormir con mi novio —enfatizó Mirelys— consideré necesario aclarar, algo contigo. —¡Diga! —Respondió Sofía con una actitud subjetiva, dudosa y sin comprender las palabras de la desconocida. »Aunque no sé, si te has equivocado, porque incluso desconozco quién es tu novio —replicó ella con una sonrisa fingida, recordando la escena de la tarde, en donde esta mujer abrazó a Rafael, por la cintura. —¡O sea! ¿Qué Rafael, no te aclaró quién soy yo? —cuestionó esta, haciendo que Sofía sintiera resentimiento contra él. Puesto que este, no había sido claro con ella e incluso, le invitó a venir a su rancho, viviendo aquí con su novia. —¡Sinceramente! No veo la
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CAPÍTULO 34. ¡Me da vergüenza, que seas mi hermana!
Rafael: Terminé de revisar mis correos, me levanté de la silla y me dirigí al vestier para vestirme cómodo. Luego, salí de mi habitación y caminé hacia la recámara que ocupaba Sofía. Pero, justo cuando me dirigí al pasillo central de la parte alta del rancho, encontré a tía. —¡Buenos días, tía! ¿Ya está listo el desayuno? Voy a llamar a Sofía, para que salgamos temprano —enuncié, besándola en la mejilla alegre. —¡Ahhh! —Exclamó tía con asombro— ¿Tampoco te avisaron a ti? —replicó con desagrado, mirándome con incredulidad. »Resulta extraño, que no te avisaron. Ellas, ya se fueron —afirmó esta. —¿Cómo así? ¿Por qué se fueron? —Pregunté anonadado— ¿Pasó algo con ellas, tía? —me sorprendí e irrité, no podía concebir que siendo mis invitadas, alguien las intimidaras. —¡No tengo ni idea, que pudo haber ocurrido! Pero, me llamó poderosamente la atención, la actitud arrogante y soberbia de Sofía —expresó ella con pesar. «Era lo que menos esperaba de unas mujeres tan educadas y agradable
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CAPÍTULO 35. ¡En riesgo, el patrimonio de mi familia…!
El Narrador: —¡Repito Anastasia! ¿No sé de qué me hablas? En ningún momento me acerqué a alguna de ellas. Si mi hijo no me presentó, ante sus invitados es porque no son dignos de que los conozca —mintió Camila, recordando su conversación de anoche con Mirelys: «Es hora de que actúes hija, no podemos permitir que cualquiera venga a la hacienda a conquistar a mi hijo y dejar el camino libre, como si no importara nada las consecuencias de esto» Ella, recordó palabra por palabra lo que recomendó a Mirelys. Puesto que al subir una bandeja de comida para esta, observó como Rafael, estaba embelesado con esa mujer en la terraza. —¡No te creo! Recuerda que te conozco tanto o más que a mí —confesó Anastasia, mirándola con pena y rabia al ver como apoyaba a otros, en contra de su propio hijo, dejándose llevar por banalidades. —¡Ese es tu problema! Si me crees o no. Mi conciencia está tranquila —bufó esta, manifestando su fuerte enojo, ante el ataque de su hermana, la cual siempre logra hacer
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CAPÍTULO 36. No compartiré mis ganancias contigo...
Unas horas antes, en la Hacienda Los Rincones: Rafael: Recorrí mi hacienda de palmo a palmo, hasta dejar exhausto a mi gran Tornado, por lo que lo llevé al río, a mi lugar favorito. Una vez ahí, me desnudé y me bañé junto a la cascada, perdiendo la noción del tiempo. Siendo casi de mediodía volví al rancho, me encontré a tía Anastasia, enojada, sentada en la sala principal de la casa, esperándome. Cuando me vio entrar con la ropa, toda húmeda se levantó apresurada y me envolvió con una manta que estaba sobre el sofá. —¡Hijo! ¿Cómo vienes así todo mojado? Te puedes resfriar —me regañó, preocupada por mí. —¡Tranquila, tía! Estoy muy bien, ya me desahogué corriendo con Tornado —afirmé con una amplia sonrisa— Además, no es la primera vez que vengo así, después de correr. —No te tengo buenas noticias —me aseguró ella. —¿Qué pasó, tía? ¿Descubriste por qué se fueron así, como si las hubieran ahuyentado? —cuestioné, más decepcionado que interesado en saber. «Sofía, sea lo que sea, deb
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CAPÍTULO 37. Visita inesperada
Sofía: Al llegar a la mansión, mi madre estaba esperándome para que le explicara lo que había ocurrido y más cuando, siendo sábado, día no laborable en la Isla, estaba llegando a estas horas de la noche, cansada y agotada. Me senté, en la sala íntima de estar donde ella me estaba esperando y la puse al tanto de todo. Especialmente, le conté sobre las acciones de José David para perjudicar mi trabajo como el de Noé. Asimismo, le comenté todo cuanto me refirió Benjamín. —Hija, si en alguien debes confiar es en este. Siempre fue leal a tu padre, solidario con él, no recuerdo que en alguna sesión de la Junta Directiva, en todos estos años, haya ido contrario a la decisión de tu papá —me afirmó ella, preocupada. —¡Sí, mami! Además, mi sexto sentido me indica que debo confiar en él —Anuncié. »Sé que tengo muchas cosas pendientes por resolver, entre ellas, mis acciones de hoy en la hacienda de Rafael, pero esto tiene prioridad —confesé, para calmar a mi madre quien sentía pena ajena, por
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CAPÍTULO 38. Aclaratoria y declaración
Rafael: —Para comenzar, debo pedir disculpa por no haber aclarado todo esto desde el inicio. Me refiero, a tu visita a mi hacienda, eras mi invitada especial, no un cliente —aclaré, mirándola a los ojos amorosamente. —¿Por qué especial? —me cuestionó ella retadoramente. —Si eres madre, has tenido una experiencia con tu pareja. Así que debes reconocer en la mirada de un hombre, cuando te mira con deseo, con pasión y cuando es amor —razoné sin quitar la vista de ella. —¡A veces las cosas no son como aparentan! —contestó esta, sin agregar nada más y sin quitar su mirada de la mía. Me quedé contemplando sus bellos y preciosos ojos. —¡Respeto tu vida pasada! Me interesa tu vida de aquí en adelante —confesé con sinceridad. —¿Cómo me confiesas eso? ¡Si tienes novia! O ¿Piensas que como soy madre soltera, acepto cualquier tipo de relación? —Me reclamó ella disgustada, soltándose de mis manos y levantándose del sofá, furiosa— ¡No te equivoques conmigo! —¡No, no, por favor Sofía! —Me leva
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CAPÍTULO 39. ¡Cuando tú vas, yo vengo!
Sofía: Una vez que Rafael salió de la mansión, subí las escaleras y caminé hacia mi habitación, encerrándome para no ser molestada. No quería ser sermoneada por mi madre, por mi conducta ante Rafael. Aunado a esto, no sé qué explicación dar, pues ni yo misma me entiendo. Me dirigí al baño e hice un repaso mental de lo que me dijo y lo que le comenté a Rafael. Fue así como me di cuenta de que acepté tácitamente que la tal Mirelys esa era mi rival. Puesto que no lo refuté cuando él lo citó. —¡Grrr…! —gruñí, al pensar que mostré de alguna manera mis sentimientos hacia él. No obstante, recapacité de una vez y me cuestioné —¿Qué te pasa Sofía? ¿Qué sentimientos puedes mostrar por un hombre que apenas si conoces? —me interrogué, en voz alta. —Mejor me baño, me acuesto y mañana ¡ya veremos que trae el nuevo día! —concluí para priorizar mis actividades. En eso, escuché el toque de mi madre en la puerta y preferí ignorarlos. Decidida a descansar, me sequé el cabello, me hice mi rutina de
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CAPÍTULO 40. Encerrona…
Sofía: —Porque aunque no lo quieras ver, siento un destello de celos en tus palabras —confirmó Benjamín, mirándome a los ojos fijamente. En todo caso, preferí dar por concluida esta conversación y lo invité para que almorzara con nosotros. Este aceptó, por lo tanto, después de discutir algunos puntos y ponernos de acuerdo sobre ello, caminamos los dos hacia el jardín. Al llegar ahí, encontré nuevamente a Rafael con mi madre y mis hijos, quienes iban llegando. Benjamín le saludó y esta vez, si se detuvo a observar el parecido extraordinario entre mis hijos y este. Solo pude apreciar, como los examinaba. —Buenas tardes, Rafael —saludó Benjamín, extendiendo su mano— me alegro estés aquí ¡Bienvenido a Isla Paraíso! —¡Gracia, Benjamín! Es la primera vez que vengo. Por lo que recorrí, con Estefanía y sus nietos, ¡es muy hermosa! Igual a sus mujeres —contestó él, pasando muy brevemente su mirada sobre mí. —¡Hola, Sofía! ¿Cómo estás? —me preguntó, serio. —¡Muy bien, Rafael! Me alegro d
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