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Todos los capítulos de Los secretos que nos separan : Capítulo 51 - Capítulo 60
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Saber hablarle a un hombre
— Necesitaré su firma señorita — Pidió el notario disimulando a duras penas la sorpresa. — Por último la suya señor Vásquez —. Agregó deslizando el documento hacia el otro lado de la mesa.Salieron del ayuntamiento tal como si fuera una iglesia. Los guardaespaldas y choferes fueron la más parecido a invitados y familia que hubo presente. Les arrojaron pétalos de rosas, entre aplausos y vitores mientras Alice bajaba los escalones de piedra, con la mirada fija en el suelo. Cubriendo su rostro deforme con un tupido velo blanco. — No puede ser… — Murmuraba una señora a otra. — Escuché que hace unos días tuvo un horrible accidente. Dicen las enfermeras que trabajan en el hospital que el rostro le quedó irreconocible y ese hombre… nunca antes lo había visto. Parece muy mayor para ella. Todo esto es muy extraño. Los susurros se acallaban con el paso de la pareja. Caminaban de la mano hacia el coche. De repente, Vázquez se detuvo en el medio de la plaza. Sonrió a todos los vecinos. Los
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El sonido de la libertad
— Supongo que te habrás quedado complacido —. Reclamó Alice al llegar a la habitación. Dejó caer el velo sobre la cama con un gesto de inconfundible molestia — No comprendo lo que quieres decir—. Rebatió Vázquez sentándose en el colchón para quitarse los zapatos.— Quiero decir que no comprendo por qué has tenido que levantar mi velo enfrente de todo el maldito pueblo.Vázquez luchaba con el nudo de los cordones, incapaz de deshacerlo— Si yo he decidido que nadie vea mi cara. No veo ninguna razón para la falta de respeto. No comprendo cómo has creído que era una buena idea dejarme en evidencia delante de la plaza entera. Demás está decir que nada de esto puede volverse a repetir o llamaré a mi abogado y retiraré toda esta locura de matrimonio para solicitar el divorcio y me dedicaré a ir a contarle a la prensa cuáles son tus planes para la fortuna que le has robado a Dairon, lo que has hecho con él y que es lo que has venido a buscar a este pueblo. Vázquez suspiró. Soltó los cordon
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Todos los secretos
— Por suerte las cámaras me avisaron que estabas entrando.Mara lo miró perpleja. — No eres muy inteligente, eso me gusta. ¿ Cariño quien crees que dejó la puerta abierta para ti? Mara trago en seco .—¡ Vamos nena, abre esta puerta! Quiero tocarte. Edgar frunció el ceno golpeando con el puño cerrado el cristal de la ventanilla. — Lo siento, lo siento —. Murmuraba Mara con voz temblorosa . En la nuca podía sentir el calor de la respiración de Vásquez, su olor rancio a alcohol, el toque áspero de sus manos recorriendo su cuerpo. Las lágrimas saltaron de sus ojos y temblando arrancó el coche en reversa. — ¿ Qué haces ? ¿ Estás loca? — Edgar dio un brinco hacia atrás. —¡ Lo siento ! — Mara gritó entre lágrimas pero no sé disculpaba con Edgar que la miraba confundido, en el veía el rostro de Dairon. Mirando a los lados intentó abrir la puerta del mugriento coche azul aparcado afuera. No cedía. Rebuscó por detrás de la cabaña intentando encontrar el vehículo al que pertenecía pero
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Amor de hierro
Abrió la puerta de la cabaña desprendiéndose del abrigo. Lo soltó en la silla y se dejó caer en ella resoplando con pesadez.Miraba con atención sus zapatos cubiertos de barro cuando escuchó un forcejeo extraño en una de las puertas. Caminó hacia el sonido convencido de que el estúpido estaba dando problemas de nuevo, pero lo que encontró desafió a su imaginación. Las puertas atadas una con otra se zarandeaban mientras el doctor murmuraba desde adentro frases incomprensibles que denotaban cierta desesperación. — ¿ Doc? ¿ Qué está pasando? —¿ Edgar? ¿ Eres tú? — Sí— ¿ Dónde diablos has estado ? Me he quedado ronco gritando .— Lo siento he salido afuera y he perdido la noción del tiempo. ¿Qué está pasando?—¿Tiene pinta de que lo sé ? Abre esta maldita puerta de una p*** vez — . Demandó el doctor. Edgar pasó varios minutos intentando zafar el cable, pero estaba tan bien amarrado que se lastimó las palmas de sus manos. Corrió entonces hacia la cocina y tomó un cuchillo, volvió y a
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Guerra de simpatías
El valor que espumeaba dentro de su ser se fue desvaneciendo poco a poco mientras se acercaba a la cabaña. A pocos pasos se escondió detrás de un árbol y jaló amara por el brazo para que quedara frente con frente a él.Ella intentó hablar pero Leo se llevó el dedo índice a los labios negando con la cabeza y con los ojos bien abiertos. — Está todo apagado —. Señaló ella en un susurro.— Tal vez duermen — El temblor en su voz lo delató. Mara le regaló una sonrisa dócil y calló esperando a que estuviese listo. — ¡ Félix! — Margaret corría gritando a través del corto pasillo que separaba las habitaciones en la casa de renta que se vio obligada a tomar para darle al niño algo más cálido y hogareño que una habitación de hotel. — ¡ Félix! ¿ Estás bien? — Abrió la puerta de la habitación y lo encontró envuelto en llantos y sudores, sentado en el centro de la cama. —¿ Qué pasa pequeño? — Félix temblaba. — Shh, shh, tranquilo. Fue solo una pesadilla, nada más — Margaret lo apretó contra su
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Ángel del infierno
— Te lo juro.—No puedo creerlo. ¿ Cómo he sido tan estúpido? He venido hasta aquí guiado por los delirios de una mujer que ha probado en varias ocasiones, estar fuera de sus cabales.Leo daba vueltas sobre sí mismo mirando a su alrededor la casa vacía.Las sillas estaban volteadas la mesa rota caía ladeada en el piso sucio.— ¡No! Por favor, tienes que creerme. Estaba aquí, lo tenían encerrado. Están jugando con su mente, y creo que ahora con la nuestra. Desean destruirnos. Va…Vásquez quiere acabar con todo lo que amo. Él intentó salvarme y por eso se ha ganado su odio. Por favor Leo tienes que creerme, jamás mentiría en algo así.Mara se llevó las manos al pecho, juntando las palmas en un rezo desesperado.— ¿Dónde está ? — Leo abrió los brazos abarcando la nada. — Dime entonces dónde están, dónde están quienes mantienen prisionero, dónde ves tú un mínimo rastro de que haya estado aquí. — No lo sé — Mara se echó a llorar cubriéndose el rostro con las manos. — Solo dime algo: ¿Al me
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Contra viento y marea
— Gracias — Alice tomó el vaso de papel y sintió el ardor del café caliente en sus manos.— ¿Estás bien Félix? — Margaret acarició la cabeza del pequeño echándose hacia adelante. Él no la miró. Asintió y volvió a levantar el cubo de la arena. — Creo que sería buena idea que el niño pasará unos días conmigo. Ambos podemos beneficiarnos de la buena compañía — Dijo Alice sentándose de nuevo en el banco de madera. — No lo sé… no creo que sea pertinente. — No pasará nada. Así descansas, no puede ser sencillo lidiar con un niño a tu edad. — Bueno, no… pero su madre… — Su madre no va a regresar y creo que es hora de que el niño se acostumbre a esa idea. — No — contestó Margaret. — Tal vez puedas llevarlo de paseo a algún sitio pero no te dejaré llevártelo y mucho menos sabiendo lo que se ahora de tu nuevo matrimonio. — Bah, rumores… pero ya me llamarás de nuevo, cuando esté malcriado comience a darte problemas. —¡ Dairon! — Mara se echó de rodillas al suelo. Levantó su cabeza y lo a
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El talón de Aquiles
— Debemos parar — Mara jadeaba, sus manos sudaban y le costaba respirar. Dairon, en cambio parecía poseído por una fuerza sobrenatural. Tenía los ojos rojos, las venas sobresalían de su cuello y las arrugas en su frente se marcaban con mayor profundidad de lo que ella jamás hubiese presenciado.Soltó su mano y se apoyó en el tronco de un árbol dejándose caer despacio. Dairon no se dió cuenta hasta varios minutos más tarde de que se había quedado detrás y regresó por ella. — Tenemos que seguir. — No creo que nadie esté tras de nosotros. No puedo correr más. Necesito recuperar el aliento — dijo Mara con dificultad. — Nos siguen, puedo sentirlos, se acercan. Debemos salir de aquí. Tenemos que buscar ayuda. Mar amigos a su alrededor intentando encontrar algún indicio de que alguien estuviese realmente tras ellos sentía miedo más por largas horas no había escuchado ningún sonido extraño ni sentido pasos a sus espaldas habían recorrido un largo camino y sospechaba que ya estaban cerca
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Una mujer extraña
— Por favor amor, necesito que me escuches. No puedo seguir mucho más —. Mara se aferraba al brazo de Dairon, intentando detenerlo. Él no escuchaba sus ruegos y solo se detuvo cuando escuchó el ruido seco a sus espaldas. Se volvió para encontrarla en el suelo. Mara sentía como el sudor frío recorría su cuerpo y sus entrañas temblorosas no le permitían hablar. Intentó alzarse, apoyando la mano en el suelo, pero volvió a caer y lo último que vio antes de que la oscuridad se apoderara de su mente fue la imagen borrosa de Dairon acercándose a ella. Estaba solo de nuevo. Se dijo a sí mismo que tal vez debió haberla escuchado , que no estaba pensando con claridad y se acurrucó a su lado, dejando escapar el llanto profundo que llevaba encerrado dentro durante tanto tiempo. La noche cayó sobre ellos. Dairon despertó del sueño frágil en que había caído alertado por las voces en la distancia. Al principio culpó a su paranoia. Se levantó sacudiéndose el polvo. Tocó a Mara, estaba fría y p
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Atisbo de esperanza
— ¿ Qué significa esto? — Margaret colocó el brazo en el marco de la puerta, decidida a no dejarlo poner ni un pie en su casa. — Apártese señora, hemos recibido un aviso de que usted tiene en su custodia a un niño desaparecido del centro de resguardo de menores. Margaret se quedó helada. — N..no, espere —, tartamudeó.— Hágase a un lado por favor, no queremos vernos obligados a hacer uso de la fuerza, pero nuestras órdenes son claras. — Espere, todo esto es un malentendido. Yo puedo explicarlo. — No se moleste. La directora ya lo ha contado todo y en estos instantes está siendo imputada por sus faltas. Nada más que nos escuchó preguntar por el menor, rompió en llanto. — No puedo dejar que se lo lleven. — Señora, si a su edad le caen diez años por secuestro, recibirá a la muerte en la oscuridad de una celda húmeda. Mejor hágase a un lado y con suerte el juez valorará su edad y su cooperación para atenuar su sentencia. Margaret comenzó a temblar. Las lágrimas rodaron por sus arr
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