—Hah...hah...Señor Hernández, Director Hernández... no puedo más!— El hotel era ya de por sí alto, con muchos escalones, y al llegar al octavo piso, César Antonio ya estaba jadeando, con las piernas temblorosas y a punto de caer de rodillas.—Un hombre no puede decir que no puede tan fácilmente. Solo quedan dos pisos, vamos rápido—urgía Alejandro Hernández mientras subía sin cambiar su expresión.Él tenía treinta años este año, dos años mayor que César Antonio, pero debido a su servicio en el ejército de paz en años anteriores, y a su autodisciplina y entrenamiento de boxeo, su condición física era mucho mejor que la de la mayoría de las personas.¡Incluso si tuviera que subir veinte pisos más podría, una vez hizo treinta vueltas corriendo por la noche en el ejército!Finalmente llegaron al cuadragésimo piso, donde César Antonio se sentó en los escalones, jadeando con fuerza. Alejandro Hernández lo miró fríamente y sacudió la cabeza, sin preocuparse por él.—Director Hernández, encanta
Leer más