Capítulo30
Cuando Alejandro Hernández regresó a Villa Marejada, estaba empapado como si lo hubieran sacado del agua. Alba María corrió hacia él para secarlo, pero él la apartó lentamente con un aire sombrío y subió las escaleras.

—¿Qué le pasa al joven señor? ¿Quién lo ha ofendido?— preguntó preocupada Alba María a César Antonio.

—Tendrás que consolar al gerente general Hernández cuando tengas tiempo, ¡lo han estafado!.

—¿Qué? ¿Cómo es posible que alguien tan astuto como el joven señor haya caído en una trampa? ¿Ya han llamado a la policía? ¡Deberíamos llamarles ahora mismo!— exclamó asustada Alba María.

César Antonio negó con la cabeza. —La situación es complicada, llamar a la policía no ayudará. Cada vez que uno es más astuto, el otro también lo es.

—Le dije al joven señor que instalara una aplicación anti-fraude, pero no me hizo caso. Como dicen, quien mucho anda por el río, tarde o temprano se moja los zapatos— se lamentó Alba María.

César Antonio suspiró. El gerente Hernández había encontrad
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