El equipo de Hernández se miró confuso, y César sintió como si un rayo le hubiese caído encima. Al ver la expresión lúgubre de Alejandro, Beatriz intentó tranquilizarlo: —Alejandro, no tienes que preocuparte. Es solo un pinche jardín, tenemos muchas opciones similares en todo el país, podemos contactar a otras empresas. Antes de que terminara de hablar, Alejandro repentinamente retiró su brazo de él, pero con tanta fuerza, que la hizo tambalearse un poco hacia atrás, sintiéndose avergonzada. —Vámonos, Pol—dijo Clara, sin molestarse en mirarlos, solo sonriendo amablemente a Pol. —Está bien, ya he reservado un restaurante, podemos ir allí—respondió Pol. Los dos se miraron y sonrieron, lo que hizo que Alejandro sintiera que una mano invisible apretaba su garganta mientras fruncía el ceño con fuerza. Él se acercó rápidamente y detuvo a Pol. —Pol, hablemos por favor a solas—dijo con un tono imperioso, sin mostrar debilidad por el fracaso de las negociaciones del proyecto. —Si es sob
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