Frente a las preguntas insistentes de Sofía, Noa se mantuvo tranquila y despreocupada.—Dilo, dilo —Sofía se acercó a ella, insistente.Noa la miró y habló.—Así de simple, aunque te imagines mil cosas en tu cabeza, no cambiará nada.Había terminado de recoger las cosas y las arrojó al cubo de basura antes de ir a lavarse las manos.Sofía la siguió de cerca.—Aunque no digas nada, yo no te creeré.A Noa no le importaba:—No importa, si no me crees, está bien.Sofía:—¿De verdad no me vas a refutar?—¿Tiene sentido hacerlo?—No.—Entonces, eso es todo.—Aunque no tenga sentido, al menos debes refutar un poco. Me sentiré frustrada si no dices nada.Noa se lavó las manos, se las secó y salió despreocupadamente. —No puedo hacer nada al respecto. Incluso si quiero decir algo, no hay nada que pueda decir.Sofía no tuvo más remedio que dejar de preguntar sobre ese asunto, pero seguía inquieta, entreteniéndose con su teléfono.Cuando llegó la noche, Laura, que había estado en silencio en inst
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