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Todos los capítulos de La novia virgen del rey: Capítulo 61 - Capítulo 70
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60. ¿Me dirás lo que te aflige?
«Sí»Selene miró a Henry y dio un paso atrás. Ni en sus momentos más extraños, llegó a pensar que Henry era capaz de algo semejante, pero sí que se había equivocado. —No sé cómo puede estar tan ciega contigo, Henry —dijo con cierta dificultad.—Esto no es culpa mía, Selene. Si tienes que encontrar un culpable mira al hombre a tu lado y lo encontrarás —le dijo con una ligera sonrisa.Selene apretó las manos en dos puños, su mandíbula se tensó y un gruñido casi salió de su garganta.—No culpes a Frederick de tus acciones, Henry. No eres un caballero como has pretendido ser todo este tiempo, no eres el hombre que pensé y por quien sentí pena —dijo, golpeando el orgullo del Duque.Las facciones de Henry cambiaron al escuchar las palabras de Selene.—¿Pena? —preguntó con enojo en la voz.—Sí, vivías quejándote del maltrato que te daba tu primo y de las humillaciones a las que eras sometido; sin embargo, llevo el tiempo suficiente en este castillo como para saber que nada de lo que dijiste
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61. ¿Qué estás haciendo acá?
Frederick volvió a tomar a Selene en sus brazos y la recostó con suavidad en la cama, mientras ella se dejó hacer y consentir. —Te extraño —susurró el rey, al tiempo que sus labios se cerraban sobre los de su prometida. Selene se rio suavemente, pero gustosa recibió el beso, que rápidamente se fue intensificando, hasta que se tuvieron que alejar por falta de aire. —Eres una hechicera… Mi hechicera —profesó Frederick, mirando a Selene con sus ojos nublados en deseo. —Seré lo que quieras que sea, pero solo tuya —contestó Selene con vehemencia y generando un deseo incontenible en el rey. El amor que había entre ellos era una mezcla perfecta, no solo estaban llenos de pasión y deseo, algo en lo que se entendían a la perfección, sino que el respeto, cariño y comprensión que había nacido en poco tiempo, dejaba ver lo fuertes que se estaban formando las columnas que sostendrán su unión para toda su vida. Las manos del rey se movieron con agilidad sobre los cordones que mantenían prisio
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62. ¡Samantha!
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Samantha, ella no supo en qué momento se le fue la tarde y tampoco había escuchado que su madre y Selene volvieran del pueblo, así que se sintió aún más nerviosa a solas con Henry, pero algo tendría que hacer y sonar convincente.—Quiero hablar contigo —dijo, lo más valiente que pudo.—¿Conmigo? Samantha movió la cabeza en señal de afirmación.—Vas a casarte —susurró. Su voz estaba ahogada, estaba nerviosa y luchaba para no traicionarse. El broche parecía quemar, pero todo era parte de su imaginación.Henry la miró y ella sintió que iba a ser descubierta en cualquier momento.—Tú también lo harás. Estás comprometida con el heredero de Borja, ¿cómo es que se llama? —preguntó, avanzando dos pasos, quedando más cerca de Samantha.—Marcus —susurró.—Marcus de Borja, debí imaginarme que tu hermano y tu madre no iban a quedarse tranquilos. ¿Sabes que también me están obligando a casar?Samantha tragó saliva, dio un paso atrás chocando con la esquina de l
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63. Culpa
La doncella quiso seguir limpiando la comisura de los labios de Samantha, pero la Reina se lo impidió, pues ella quería ser quien cuidara de su hija y la doncella no se resistió. —La subiré a la cama —dijo Marcus, pues la posición en la que se encontraban no era la más cómoda, además, la rabia seguía fluyendo por su cuerpo y sentía la necesidad de hablar con el rey y buscar a Henry, así tuviera que levantar cada piedra del Reino hasta encontrarlo. —Gracias —contestó la reina, mientras siguió de cerca los pasos del joven. Cuando el cuerpo de Samantha tocó la cama, sus manos se aferraron con más fuerza al cuello de Marcus, como si temiera quedar desprotegida lejos de sus brazos. —Su Alteza, todo está bien —dijo Marcus con tono suave y con la mano libre soltó las manos de Samantha de su cuello. —Marcus, ¿podemos hablar? —pidió Frederick y el joven asintió —. Madre, Selene, por favor quédense con Samantha, que nosotros tenemos cosas por hacer —dijo con seriedad y las dos mujeres asin
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64. Tuve tanto miedo
Tuve tanto miedoEl doctor no demoró en llegar al castillo, venía custodiado de dos guardias y alcanzó a pensar que había sido llamado para atender algún problema con el embarazo de Selene, sin embargo, todo se puso más extraño, cuando al interior del castillo fue recibido por esta, que lucía sin aflicción alguna. —Lamento que haya tenido que volver tan pronto —se disculpó Selene, apenas lo vio aparecer. —Mi Lady, no es ninguna molestia, aunque debo reconocer, que no entiendo el motivo por el que estoy acá —dijo en tono bajo el galeno. —Su Majestad lo ha llamado, porque necesitamos que revise a la princesa… Fue atacada y no sabemos qué tan graves puedan ser sus heridas —dijo Selene con discreción, esperando que los sirvientes no escucharan de más. —Entiendo, Mi Lady, por favor, lléveme a donde está Su Alteza —pidió el galeno y sin más espera, Selene lo guió escaleras arriba. Selene permaneció fuera de la recámara, dándoles privacidad a la Reina, su hija y el médico. Ella más que
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65. Como si la tierra se lo hubiera tragado
Regina enterró las uñas en la ropa de Henry, su interior quemaba, dolía, ardía, pero había un rastro de placer; ella no tenía experiencia, por lo que asimilaba que esa era la entrega entre un hombre y una mujer, así que, no opuso resistencia y se abrió para darle un mejor acceso. La joven tenía el cuerpo empapado por el sudor, sus ropas se sentían húmedas, su coño dolía con cada embestida, pero no se quejó. Henry era rudo, tosco y sin ningún indicio de hacerla sentir placer, era totalmente egoísta, procurando su placer. Lo siguiente que se escuchó en la habitación, fueron gemidos de dolor, cuando Henry se olvidó por completo de Regina y se concentró en embestir y alcanzar su liberación, nada más le importaba. Estaba furioso, frustrado y lleno de odio, lo cual era una invitación al desastre y Regina fue la vasija que recibió todo aquello.Un sonoro y ronco gemido salió de los labios de Henry cuando su cuerpo se sacudió sobre Regina, apretó los dientes, mientras derramaba toda su esenc
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66. Creo que es veneno
Frederick recibió el cofre, mientras mantenía el ceño fruncido, porque no entendía nada de lo que Selene le estaba informando. —¿Entre las pertenencias de Henry? —preguntó, repitiendo las palabras que más le habían quedado sonando de lo escuchado a Selene y antes de dejarla contestar la interrumpió —: ¿Qué hacías revisando sus pertenencias? —preguntó con evidente molestia. —Solo quise ser útil —contestó Selene en voz baja, pues sintió que Frederick estaba malinterpretando sus intenciones. La mueca que se marcó en el rostro de Selene, hizo que Frederick se sintiera mal por sus palabras. No las había dicho para que ella se sintiera mal, sino que el solo hecho de pensar en Selene cerca de cualquier cosa que tuviera que ver con Henry, solo le causaba molestia. —Perdón, amor… Me siento frustrado y preocupado, lamento haberte hecho sentir mal —se disculpó el rey, tomando a Selene por los hombros y acercándola a su cuerpo, para abrazarla —. No te quiero cerca de nada que tenga que ver con
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67. No vamos a darle el poder
Frederick caminó a paso apresurado por el corredor del castillo, hasta que llegó a la puerta principal, al mismo tiempo en que Edward y los guardias que lo acompañaban se detuvieron frente al castillo. —Su Majestad —saludó Edward y caminó hacia el rey. —Dime que tienes buenas noticias —le pidió Frederick, pero el guardia negó. —No lo encontramos, es como si hubiera desaparecido de Astor —comentó y Frederick maldijo internamente, al tiempo que sus manos se apretaban en dos fuertes puños. —¿Lograste averiguar algo más? —preguntó el rey con notoria frustración. —Así es, Su Majestad. Usted estaba en lo cierto, pero encontré más —murmuró Edward, para que los sirvientes cerca no escucharan. —Ven, vamos adentro —pidió Frederick y giró rápidamente, seguido por el guardia. De camino al despacho del rey se encontraron de frente con Selene, quién venía bajando las escaleras para ir a almorzar; sin embargo, al ver el rostro de los dos hombres, el hambre se esfumó. —No lo encontraron, ¿ver
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68. ¿Lo sabes?
La Reina antes de salir del despacho se dirigió hacia el espejo que reposaba en la esquina del lugar. Era una espejo de cuerpo completo, con un marco tallado en madera y con incrustaciones de oro, que se lo había mandado a hacer especialmente el Rey Oliver, pero que ella no quiso tener en su recámara después de enviudar. Leonor se terminó de limpiar el rostro, acomodó su cabello y se aseguró de que no se notara que había estado llorando… Y suspiró. —Iré a ver cómo se encuentra Selene, porque no estaba muy bien —comentó la reina y vio en el reflejo como los ojos de su hijo se abrían detrás de ella y caminó hacia donde ella se encontraba. —¿Qué pasó con Selene? —preguntó preocupado y Leonor sonrió. —El almuerzo le sentó un poco mal —le informó ella y Frederick se mordió el labio.—¿Lo sabes? —preguntó y tragó saliva con fuerza.—No es lo que esperaba que pasara, pero me hace ilusión —dijo Leonor y Frederick sonrió apenado —. Es urgente que se casen, para no dar paso a habladurías.—L
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69. Una vil rata
El Conde salió a paso apresurado por el pasillo, no había dicho nada, pero en el poco espacio que su hija había dejado abierto en la puerta, él alcanzó a ver algo que le llamó su atención por el lado del balcón de su hija y temió que algo malo le fuera a pasar a ella. El pobre hombre no desconfiaba de su hija, sino que pensaba que se encontraba en peligro. Algo en su interior le decía que Henry podría ser quien estuviera rondando, buscando en dónde esconderse, pero su casa no sería ese lugar. Su lealtad a la Corona estaba por encima de todo, además, jamás permitiría que su hija fuese tocada por Henry, quien no era más que una vil rata, no muy distinta de su progenitor, que había sido capaz de traicionar a su propia familia por ambición.El corazón de Regina estaba agitado y no era por su reciente entrega, era por la decisión que había visto en los ojos de su padre, si alguien entraba a su habitación iban a descubrirla y no podía permitirlo.—Tienes que hacer algo, Regina —habló Henry
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