Dante se encontraba en su despacho, hoy no había ido a la oficina, quería estar en casa a solas. Con Eli las cosas se complicaba mucho más, estaba muy, pero muy distantes. Dante la echaba de menos, dormir con ella, despertar a su lado, follarla. Pero todo, absolutamente todo, se había complicado. Dante por fin habían aceptado a su bebé, le hablaba todos los días, su bebé se había vuelto su mayor refugio. Él sabía que cometió un error él no hablarle, en no aceptarle, pero estaba muy dolido, aterrorizado de solo pensar en perder a Eli, pero ahora tenía miedo de perder a su hijo. Eli, se encontraba en la habitación con una pequeña lencería, un tanga de hilo color rojo de encaje, que se ajustaba a sus curvas. Un sujetador del mismo color y encaje, se ajustaba perfectamente bien en sus pechos que se hacían más grandes. Se miraba en el espejo de cuerpo entero y sonrió, la americana quería provocar a Dante, necesitaba sexo urgentemente y también quería el olor del ruso sobre su cuerpo desnu
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