Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una habitación, sola, en medio de una oscuridad inmensa. La luz de la luna entraba por la ventana, no encendí la luz, no por miedo, pensé que sería mejor que no se dieran cuenta de que había despertado. Me dirigí hacia la puerta, no es que fuera idiota, estaba segura que la puerta estaría cerrada con llave, pero preferí comprobarlo. Así fue, cerrada. Volví y me senté en la cama. Mi mente estaba llena de preguntas, preguntas sin respuestas. Pensar en Mía hacia que mi cuerpo se estremeciese, no por recordarla de un modo sexual, al contrario, estremecimiento de dolor, miedo, incertidumbre. A lo largo de mi vida, había tomado muchas decisiones difíciles, había hecho múltiples gilipolleces, pero aquella se llevaba el premio gordo. Joder! Había vuelto a engañar a Mía, y no solo eso, acababa de utilizarla como cebo para terminar con toda la mafia japonesa. Y lo peor de todo! Lo habíamos bordado, excepto por un pequeño detalle, no teníamos ni puta
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