Brake se recuperó rápidamente de la herida de bala, gracias a la intervención de los médicos y a la fuerza de su voluntad. Aunque estaba bajo custodia policial, le permitieron recibir visitas en el hospital. Harper y Hannah, la hija de Harper de seis años, que ya consideraba a Brake como un padre, iban a verlo todos los días.—Hola, papá —le dijo Hannah, abrazándolo con cariño.—Hola, princesa —le dijo Brake, besándole la cabeza.—¿Cómo estás hoy? —le preguntó Harper, sentándose a su lado.—Mejor, gracias. Ya casi no me duele.—Me alegro. Te hemos traído algo —le dijo Harper, sacando un dibujo que había hecho Hannah.—¿Qué es? —preguntó Brake, curioso.—Es nuestra familia —explicó Hannah, señalando el dibujo—. Estamos tú, y mamá, y yo, y el perro.—¿El perro? —repitió Brake, sorprendido.—Sí, el perro que vamos a tener cuando salgamos de aquí —dijo Hannah, con ilusión.Brake se rió, y le acarició el pelo.—Es un dibujo muy bonito, Hannah. Me encanta. Gracias.—De nada, papá. Te quiero
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