DONOVANCuando llegó la hora de dormir, sentía que me estaba quemando y muriendo de frío a la vez, pero no le hice mucho caso y solo me metí en el saco de dormir y me acurruqué, cerré los ojos y pensé que dormiría como un bebé, como siempre… pero no.Más o menos noventa minutos más tarde, en medio del silencio en el que solo escuchaba la brisa y sentía un tremendo frío, no pude contener más mis dientes, y pequeños siseos comenzaron a oírse, seguidos del repiqueteo de mis piernas.Dios… no podía dejar de temblar. Por más que me apretaba en mí mismo, no podía dejar de hacerlo. Tenía frío, me mo.ría de frío.—Donovan… Don, ¿estás bien?De repente, el saco a mi lado se movió, y una pequeña luz iluminó la tienda, dejándome ver de refilón la cara de un adormilado Tom que, de no ser porque me sentía horrible, grabaría en mis memorias con celo.—Yo… yo…. y… o…No pude articular palabra porque el traqueteo de mis dientes no me lo permitía, y creo que eso fue lo que lo puso en sobre aviso. Ense
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