Camila se niega a salir de la habitación de su marido para irse a la suya y que este la encierre, ella sigue sosteniendo que es inocente.— Señor, por favor créame que yo no he tomado nada de lo que a usted le pertenece, si quiere puede ir a darle la vuelta entera a mi habitación y no va a encontrar nada porque yo no tengo esa esclava que usted menciona. —insistió la joven Camila.— ¿Y quién más lo hará? Mi hermano no entra aquí, y sí, lo hace tal vez, pero jamás tomará esa esclava porque no le servirá para nada. No hay nadie más, tú eres la única sospechosa. —siguió el hombre, con su acusación firme y segura.— Si gusta le puedo ayudar a buscarla, quizá se le haya caído por una hendidura en la madera y por eso no la encuentra.— ¿Me estás diciendo estúpido?— No, señor, no lo tome de esa forma. Solo es una sugerencia, cualquier cosa puede pasar.— Camila, ve a tu habitación, es la última vez que te lo digo.— Pero es que señor, yo soy inocente. No voy a correr a encerrarme cuando sé
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