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Todos los capítulos de ¡Jefe, nos enamoramos! : Capítulo 11 - Capítulo 20
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11. Más cercanos
11. Más cercanos. Su jefe se voltea y riendo el chico, feliz por la gran oferta de un hombre como lo es aquel, mira también a Maya que tiene los ojos abiertos y lo sostiene. —Ella es mi secretaria —menciona—. Es una gran secretaria. Te tratará bien. —Señor —se ríe el joven—. Sin duda me encantará trabajar para usted. —Bueno, vas a decir que vas de parte mía y que… —¡Maya! ¡Babosa! ¿En dónde estabas? De repente sale del tumulto la maraña rubia de Jenny, sin poder creérselo. Al ver a nada más que su jefe ese detiene, abriendo más los ojos, tomándose el pecho—. ¡Señor D'Angelo! —¡Jenny! —exclama su jefe. —¡Jenny! —exclama también Maya, trayéndolo también con él. El chico lo había dejado en brazos de Maya para así llevarlo, siendo señalado por el jefe y alzando las cejas con la intención de dejarle saber que esperaría por él. Y el chico asiente sonriendo. Maya entonces lo trae llevando en uno de sus brazos—. Jenny, ayúdame a llevarlo a su coche. —Por Dios —su amiga no puede más q
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12. ¡Al borde de la vergüenza!
12. ¡Al borde de la vergüenza! Así que lo deja allí. Quizás lo hubiese acostado en el cuarto que antes era de Jenny, pero tiene cientos de cajas y papelería que sería tan incómodo para él. Está mejor la sala, ancha, con una vista preciosa y ahora, que apaga las luces, muchísimo mejor. Siente la necesidad de arroparlo, así que un cuidado imposible y delicado lo sostiene para dejarle una manta. No hace más que sonreír. Había visto varias facetas de su jefe, pero aquella en definitiva no se encontraba entre las cosas que quería ver, pero no es que no le guste. Al contrario. Siente que es más como un momento entre dos mejores amigos. No quiere sentir que fuese algo tan íntimo, pero se dispone a pensar que tal vez, siente conocerlo aún más y sin darse cuenta.No pasa nada después de aquello.Su cabeza empieza a dar las vueltas necesarias para hacerla querer ir hacia su cuarto. Y así lo hace, quitándose los tacones en el camino. La cama se divisa con prioridad y entonces hace lo posible
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13. Un dúo ruborizado
13. Un dúo ruborizado Entonces le llega al instante, todo y cada cosa que había pasado la noche anterior. Sus copas compartidas, sus intereses en común, las allegadas sonrisas y las miradas cómplices de vez en cuando. La embriaguez de su jefe y como Jenny tuvo que haberla ayudado para llevarlo al coche. Cada cosa le llega al instante y tiene que suspirar sin duda porque el sentido de haber hecho algo indebido con su jefe entonces le genera aún más sofoco de lo que ya es propio en todo su cuerpo. Debe parecer no más que una tonta allí parada, medio desnuda y con un muy candoroso hombre esperando que se le abra la puerta para salir huyendo de inmediato. Tiene que tomarse de las manos y cierra los ojos, suspirando. Ella tiene que llegar a la puerta y es el silencio quien inunda absolutamente todo entre ellos dos. Incómodo y voraz, donde falta más que el aire y sobran las palabras. Para el instante en que Maximiliano D'Angelo la observa llegar parece también contener el aliento. Una ve
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14. Nada ha pasado
14 . Nada ha pasado. Su jefe se endereza de pronto. Se paraliza a su vez por la mención de aquella mujer quien es la causante de muchos agrios recuerdos. Su solo nombre le hace tragar saliva, porque en verdad no recuerda haber creído, o haberla siquiera aludido por algo tan doloroso de recordar. Y creer imaginarlo diciéndolo frente a su propia secretaria, el pudor no le hace ya gracia. Incluso teme haber dicho cosas que para ese momento lo pueden comprometer y no en el sentido de haber tomado la confianza de su más leal acompañante, sino haber hecho que se sintiera incomoda por alguna otra cosa. Le supera aún más creer en eso. Y entonces tiene que volver a hablarle, más apegado a su necesidad de disculparse por absolutamente todo. —Perdóname—dice de inmediato. Maya abre los ojos, no comprendiendo sus palabras. Pero al notar que su jefe le toma una de sus manos ella vuelve a tener su cercanía. Una cercanía que nunca antes han tenido—. Tal vez para ti no fue nada pero me siento ahora
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15. Sólo cuatro días
15. Sólo por cuatro días.Una ráfaga de agitación le recorre hasta las piernas. Su piel se enchina y los ojos verdes la toman a más no poder. Tiene que cerrar los ojos para recordar. Intensos, repletos de asombro, brillosos. Nunca antes lo había visto de esa forma. Su imagen queda plasmada hasta en sus entrañas. Y Maya sigue torturándose con el pasar de los momentos. Pero al instante de saber que sólo el recuerdo de tener tan cerca a su jefe la va a liquidar, cierra su puerta y tiene que tomar un cigarrillo. Ya la resaca le tortura la cabeza. El día para Maya pasó con la espera de apaciguar el dolor de resaca y en terminar sus asuntos personales. De esa manera tuvo la delicadeza de no pensar en más nadie que no tuviera ojos verdes y mirada asustada. Se distrajo del encuentro de aquella mañana y se mantuvo en su teléfono, chequeando lo que le faltaba a ella y a su compañero, Chris, por el proyecto en que los dos estaban trabajando juntos. Entendía que aún faltaba mucho por hacer, per
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16. En otro punto de vista
16. En otro punto de vistaEl señor Maximiliano tampoco consigue tener una buena concentración en su trabajo. Por su parte, toma cartas en el asunto de vez en cuando y asiente cuando se le pregunta, sentado y mirando el vídeo que rueda. Hablan los otros organizadores de los eventos sobre lo que depararía después ahora el nuevo hotel del Livende y sus contribuciones con todo el condado, hasta con el gobernador entablarían una nueva forma para departirse los nuevos cambios que traería ésta nueva sucursal. Conversando frente a él, daba ilusión que si escucha, pero ciertamente es que los ojos vergonzosos y el balbucear de su secretaria lo tienen prendado en una seriedad. No es que esté molesto, porque no es así en realidad. Sino que, considerando la vergüenza que debe tener Maya Seati ahora con él, también se ha visto pensativo, dudoso. Lo último que quiere es que es Maya no lo crea un caballero, y se repitió bastantes veces de que si lo es.. Sin embargo, la ausencia que ahora tiene ella
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17. Diana
17.DianaDiana es la persona que había jugado con su corazón. Lo enamoró como un tonto y cuando ya sería el anuncio de los votos, ella tomó el teléfono, le mandó un mensaje, y todo se fue directo al caño. “Sabes, deberíamos pensar las cosas. Te amo, pero no puedo continuar.” Y eso lo había sentado de súbito, para poder contener el estado de choque. Todo un mundo se vino abajo. Y él con ese mundo. No le molestó aquella situación, Diana seguramente no estaba lista, y él podía entenderlo. No le reprochaba eso. Lo único que había partido su corazón en mil pedazo fue que ella, al día siguiente, desapareció, yéndose de Nueva York y dejándole otra carta. “Me tomaré mi tiempo para pensar las cosas. Perdóname.” Y no la llegó a ver hasta el mismo domingo, tres semanas después. Diferentes sentimientos en tan poco tiempo; no sabía qué podía pensar. Había creído por tanto tiempo, y desde los meses que habían estados comprometidos juraba que ella era la mujer de su vida. Cuando compartieron momen
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18. Nuevamente frente a frente
18. Nuevamente frente a frenteRobert niega como si fuese un trampolín, porque como se han invertido las cosas, se pone en forma de guardia, cruzando los brazos y echando una mirada a su primo con las cejas cejijuntas. Un poco más serio que antes, y Maximiliano le echa una gran carcajada.—Bueno yo te dije la razón por la que Stephanie vino conmigo. Su madre no estará el fin de semana.—¿Sí, verdad? Qué casualidad —Maximiliano triunfa por su mirada y da clavo para fortificar una mirada decidida a resplandecer como si se le fueran a partir el entrecejo por tanto presionarlo—. Qué raros ustedes dos. Hablándose ahora. Cuando Mauricia me tomó una vez por los hombros y me gritó “¡Dile a tu primo que me dejes en paz que ni en pintura yo lo quiero ver! ¡Maldito infiel!” No sé por qué te sorprende que ella no quiera verte.—Qué cosas tiene el destino ¿no? —Robert finalmente dice, inconsolable, pero sabe que lo dicho tiene razón—. Bueno, no es que esté hablando de ella. Es que no sabía que Ste
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19. Ojos verdes
19. Ojos verdesDesaparece casi de inmediato.Robert pone los brazos en jarra y aún con ese gesto tontuelo mira a la acallada Maya Seati, que continua aún con esa sonrisa fingida.—Bueno, pero qué le pasa a éste —expresa Robert. Su rostro está perplejo. Tiene otra que preguntarle a la mujer a su lado—. ¿Tú sabes qué le sucede?Y la secretaria se ríe, moviendo las manos, como si no lo supiera.—¡Ni idea, señor!—¿Sabes? Ve en un momento a su oficina, seguro que ya está loco con todo esto.—Sí, claro que sí. Cuente con eso —Maya lo señala con un bolígrafo, y riéndose, sale casi corriendo de su vista.Robert D'Angelo cree entonces que la locura ya ha venido al Livende porque la locura siempre estaba en los empleados tratando con los clientes. Y sale otra vez por el camino que dejó Maximiliano, junto a esa actitud absolutamente nada propia de él. Pues, el Maximiliano seguro de sí mismo y sonriéndole a todo el mundo parece haberse marchado. Una vez que pasa desapercibida por los trabajad
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20. Más que lista
20. Más que listaEntrecierra los labios y ahora es Maya quien también sale de un ensueño. Su jefe la suelta y ella finalmente tiene que carraspear, y como de costumbre dirige su mechón hacia atrás.—Otra vez yo haciéndote pasar malos ratos. Perdóname, Maya.—¿Por qué dice eso? Para nada. Es consciente de que a veces soy yo la despistada —se arregla su falda de tubo deprisa. El ambiente está tenso de por sí y lo menos que desea ahora es mirar a su jefe. Así que le sonríe rápidamente, rodeando su cuerpo.—Ya es hora de chequear la lista de invitados, así que voy a ir…—Maya —es su jefe quien menciona.Y ella se gira, su movimiento es vertiginoso. Al mirarlo, la ojeada es impropia de él. Cabizbajo, como avergonzado. Ella no comprende, pues, no siente que él le deba algo. Sino ella a él. Una disculpa por haberlo tratado de una manera tan inmadura.—Necesitamos hablar. Por lo de aquella vez, Maya. Sé que aún sigues incómoda conmigo. Te ruego que no pienses mal de mí, y no es tu culpa. Es
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