Él inclinó la cabeza. Cuando sus labios se acariciaron por primera vez, Michael tuvo la sensación de que su mundo estallaba bajo sus pies. Sentir el aliento de ella acariciándolo era algo que jamás había sentido. Insegura, ella entreabrió la boca y él deslizó la lengua en su interior. Sí, su aliento lo había enloquecido, su olor y su sabor lo habían llevado hasta el cielo.Notó que se le aceleraba el corazón y que las manos de ella se sujetaban con fuerza en la solapa de su chaqueta. Ladeó la cabeza para profundizar más el beso y ella se lo agradeció con un suspiro. Theresa no esperaba esa magnífica sensación que estaba sintiendo. Nunca le había gustado mucho besar, encontraba el acto como poco más que un frotar húmedo y torpe.Pero cuando sus labios se encontraron con los de Michael, que estaban calientes y suaves, y ligeramente húmedos, sedosos, y se posaron sobre los de ella, hábiles, seguros y de ninguna manera torpes. Se encontró deseando más, su conciencia volvió a gritarle que
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