Contuve el aliento y me llevé las manos a la cara, escondiendo mi felicidad entre las rodillas. Encogí los dedos en la bañera, nerviosa como una niña. A cada minuto, hora y día, lo que habíamos hecho esa tarde, volvía a mí con viveza, poniéndome rojas las orejas y haciéndome apretar los muslos. Realmente había estado con mi marido, nos habíamos besado, tocado, susurrado y... Suspiré deslizándome dentro del agua. Apenas y recordaba la visita de Gustave, en realidad, agradecía no recordarlo. Esa noche me había besado sin mi permiso, y aunque después de había disculpado, yo no quería verlo por el momento. —Nunca la había visto tan feliz, Madame —comentó Kary sentándose al borde de la bañera. No respondí, pero estuve de acuerdo con ella. Las únicas veces que había sido feliz por completo, fueron cuando nació mi bebé y antes de eso, cuando vivía con Rafael. —Entonces, ¿aceptará la propuesta del señor y volverá con él? —inquirió Kary, pasándome una bata de baño. La miré entre dedos, y
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