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Todos los capítulos de El enigma del millonario: Capítulo 41 - Capítulo 50
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Tarjeta I
La llegada de Jeffrey Harley a casa del arrogante y poco amistoso Ayden Emory, ha supuesto una cantidad sobrehumana de paciencia para no sacarlo de inmediato.El millonario observaba a Arya y como está a pesar de la preocupación le gustaba ver a su madre feliz. Pero él no, él sabía lo que en realidad había sucedido en el pasado de Arya. Todo porque Jeff, su hermano, les había confesado a sus guardaespaldas.Al terminar de cenar, tanto Sam como Bruno se retiraron a dormir al igual que Daniel a su casa, dejando así a las parejas en la sala.—Dime Arya, dónde harán el tratamiento a tu madre —dice su padre en tono exigente.Jeffrey nunca había sido un hombre de muchas palabras, era arisco y parecía que le costase mostrar, aunque sea un poco de afecto a cualquiera que no fuera Jeff.—En el hospital donde hago mis prácticas —contesta ella con tal solemnidad que parece como si estuviese frente a un tribunal.—¿Estás segura de que tu mamá se salvara? —inquiere haciendo que Mirella lo observe
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Tarjeta II
Ayden queda cautivado de su ferocidad, la forma tan decidida con la que dice las cosas y a la vez, dolido con la realidad. Él jamás le dará lo que ella necesita. Necesita que un hombre la ame, él jamás podría amarla. Ella debe ser adorada, tocada, seducida y valorada, él sabe que nunca podría ser ese hombre. —No lo serás, Arya —afirma él—. Por la forma en que lo dices, sé que nunca serás tu madre. Eres Arya, eres mejor que ellos. —Gracias —musita ella con una tierna sonrisa en los labios. También pensaba en él. Sabe que lo que Ayden le ha dado son migajas que la llevan a ningún camino. Piensa en él al dormir, y cuando se despierta y ya no está. —Migajas… —repite y va dónde su madre para verla—. Buenos días, mamá —saluda al entrar. Mirella, yace recostada boca abajo, su rostro parece hinchado desde dónde está. —¡Mamá, mamá! —exclama asustada y camina hasta su lado. Sebas al oírla, al igual que Sam y Bruno llegan de inmediato. Mirella yace golpeada del rostro, el labio partido,
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Vendida I
Arya había charlado con su madre sobre el tratamiento y sus posibles consecuencias. Mirella estaba dispuesta a luchar por su hija, y su futuro nieto.—Siento que te he fallado, lamento haber dejado que tu padre se quedara… yo solo quería verlo —se sincera Mirella con el corazón apachurrado.—No importa madre, lo hecho, hecho está —responde Arya queriendo zanjar ese asunto—. Lo que me recuerda…La joven se pone de pie y camina hasta su cómoda, revuelve su ropa y no siente el calcetín con el dinero dentro. Empieza a sudar frío y siente como si el suelo a sus pies se abriera.—Maldición… —murmura desesperada, vaciando todo en el suelo—. No está, mamá… no está el dinero del tratamiento.No tiene que especificar nada, Mirella sabe que Jeffrey se lo ha llevado.—Lo siento, tanto… perd
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Vendida II
—Dime, no importa, si es aquí, en tu sala, en la empresa. Tarde que temprano me lo vas a decir —comenta socarronamente.—Bien, sé que Arya dijo que no quería casarse. Pero si quieres asegurar tu futuro, debes convencerla.—Papá, tú la oíste, ella no quiere, y para serte sincero, yo tampoco —responde tajante.—No entiendo por qué, si ella te hace bien y tú le haces bien a ella, ¿qué puede impedirte casarte?Ayden que no se puede poner a explicarle los verdaderos “por qué” a su padre, toma otro camino.—Digamos que ninguno de los dos creé en lo que tú llamas la “institución del matrimonio” —explica esperando que eso suficiente para su padre—. Ambos funcionamos bien, como estamos.—¿Y te parece bien? Tus hijos serían ilegítimos —exclama co
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Campanas de boda I
Gerard no se había quedado conforme con la respuesta de Ayden. Tenía fuertes sospechas para creer que este le mentía, al igual que Arya. Al buscar información de ella encontró lo básico y eso era algo que le cautivaba. ¿Cómo es que se habían conocido?A pesar de sus ruegos porque este avanzara en su relación con ella, se mostraba reticente. Siendo que conocía de su hijo como una persona apasionada. Que conseguía lo que quería y cuando lo quería.Por Mark, se había enterado del deterioro de la salud de la madre de Arya. Sabía que su padre era un apostador y que su hermano era un mafioso de cuarta. No le gustaba la pinta de la familia, pero al joven era encantadora, no podía negar eso.Al llegar a recepción no necesito presentación, todo el edificio le conocía, pues era dueño de la mitad de este. El otro dueño er
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Campanas de boda II
—Me alegra, verte de nuevo, hijo —saluda desde su asiento—. En realidad, quería saludar a tu suegra y ver a mi hermosa nuera.—Pudiste haber avisado —reprende Ayden caminando hasta dónde ellos. Arya yace sentada junto a su madre.El millonario, ya vestido de manera informal, pero presentable, se sienta en el reposabrazos del sofá y pone el brazo alrededor de los hombros de la joven doctora.Esta siente un ligero escalofrío y la incómoda. No le gusta pensar en que esto es una muestra de cariño.«Está fingiendo, Arya. Solo finge» repite a ella misma en lo recóndito de su mente.—No es problema, cariño —dice Arya—. Usted puede venir siempre que quiera, aquí es más que bienvenido —sonríe Arya con una amplia sonrisa en los labios.—Gracias, algo deberías enseñarle de cortes&iacut
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Tres meses y abrazos
Ayden no quería volver a la consulta con la doctora, Arya tenía ya los siete meses de embarazo. La gente en su casa no dejaba de entrar y salir y sentía que habitaciones le hacían falta. Lo había hablado con Daniel y era algo que quería hacer.—Está la casa de tus abuelos —sugiere su abogado—. Aún no se vende y creo podríamos adaptarla para que se muden ahí.—Vale, me parece perfecto. Habla con la agente de bienes raíces y ponte de acuerdo con ella —pide Ayden mientras bebe de su copa—. Otra cosa, tengo que hablarte de algo importante.—Dime, soy todo oídos —dice Daniel.—Es sobre Arya —comenta el millonario sobándose la sien—. Su padre sigue sin aparecer.&mdas
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Tres meses y abrazos II
Cuando llega a casa, esta yace escueta y oscura. Arrastra los pies arriba y se tira en la cama intentando dormir, pero no puede. Permanece boca abajo sintiéndose una mierda de persona. En eso, un sonido precavido se escucha en su puerta. No falta que abra los ojos, sabe que es Arya por el olor de su esencia.—Otra vez borracho —regaña ella en voz baja, pero él no responde, sigue haciéndose el dormido—. Ya te quiero ver en la mañana con la resaca.Ayden entre abre los ojos y nota que ella deja una botella de agua en su buró de noche y una caja de pastillas. La joven camina a su alrededor y le quita los zapatos, los calcetines y los deja junto a la cama.—Venga, Ayden… —dice ella en voz baja intentando moverlo boca arriba—. Tengo que quitarte eso, apestas
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Mentiras
Mentiras—Chicago… sería una gran oportunidad para mi carrera mamá —comenta la joven y prometedora doctora Arya a su progenitora—. Como me gustaría que me pudieras acompañar.—A mí también hija, no conozco… pero eso no es lo importante. Tu carrera lo es, vas a salvar muchas vidas —añade con dificultad Mirella.Nunca tuvo fe en que ella pudiera hacerse de un futuro, pero sabía que no era niña normal. Cualquiera que le viera sabría que tendría un carisma excepcional.Por la noche, llamó a Daniel para informarle del simposio.—Bien sabes que eso debes hablarlo con él —comenta Daniel Cheng a la joven—. No sé por qué me lo dices a mí… es claro que ninguno sigue mi consejo.—Te digo a ti porque Ayden me pidió que te informase a ti.—Vale, ve a tus conferencias. Ya quiero ver cómo Ayden se vuelve loco de que estés a solas con Mark —se ríe Daniel al pensarlo.—No estaré a solas con él… vamos más de cuarenta personas —aclara ella con la esperanza de que él se ponga de su lado.Daniel niega con
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Mentiras II
John intenta no involucrarse, así que no dice más. Ayden metida en silencio sobre sus acciones y sobre lo que siente hacia ella. Es cierto que le molesta que se acerque a Mark, pero porque sabe lo que realmente es.No entiende cómo es que es médico, siendo un sádico como es. Intentando aparentar algo que no es.Una vez que llegan a la clínica, se encuentra con Sam en la entrada.—Bruno está cuidándola. No permiten a nadie más —afirma—. Empezó a dolerle más el pecho y tenía mucho dolor de cabeza, no sabíamos qué hacer.—no te preocupes, hicieron bien, que bueno que la trajeron —dice Ayden y se acerca a la asistente—. Soy familiar de Mirella Harley.—Señor, Emory —saluda coquetamente la asistente de no más de veinticinco años—. Sabemos quién es, no se preocupe. El cardiólogo de la señora Harley quiere hablar antes con usted, pase por ahí —señala el pasillo hacia un doctor de mediana edad y canas abundantes—. Él los espera.—Gracias.Ayden camina hasta el doctor y se presenta.—Lo conoce
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