* * * * * * * * * * * Austral * * * * * * * * * * * *Solo continúo corriendo hasta la salida, pero, en ese instante, los hombres de seguridad me miran de una forma extraña y acusatoria al tiempo en que empiezan a caminar (a paso apresurado) hacia mí.—Carajo —susurro temerosa al retroceder y, cuando lo hago, tropiezo con algo y me caigo sentada.—¿Está bien? —me pregunta un niño.—Sí, sí, gracias —respondo apresurada al levantarme y entregarle al niño su celular (el cual estaba en el piso y en el que se reproducía una canción que me encantaba: “Everybody’s changing” de Keane)«Carajo, Austral… ¡concéntrate!», me digo al volver mi mirada a los de seguridad, quienes venían hacia a mí.—¡Señorita, deténgase! —me ordena uno de ellos, pero yo no pensaba hacer eso ni loca; así que, sin perder más tiempo… volteo hacia mi izquierda y decido tomar aquel pasillo para huir; sin embargo, de forma repentina, siento una mano posarse en mi brazo, lo cual me sobresalta, ya que lo primero que se me v
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