GalileaAl día siguiente, la rutina era la misma. Pero cancelé mi turno, sabiendo que era lo más inteligente hacer aunque me pareciera mal con mi objetivo final.Desayunamos antes que Lugoi me llevara al gimnasio, donde ladró en ruso a los hombres que estaban allí, lo que hizo que se dispersaran, y luego procedió a ayudarme a entrenar durante unas horas.Después de un almuerzo ligero, volvimos a su apartamento, donde me duché y procedí a desmayarme hasta la cena. Me dolía el cuerpo, incluso me dolía la piel por la forma casi brutal en que Lugoi me presionó con la defensa personal.Y aunque nunca estuve tan cansada, tampoco me sentí más fuerte ni más segura de protegerme. Nunca me sentí tan... segura.Hacía una hora que se había puesto el sol y Lugoi pidió comida italiana, que acababa de ser entregada. Las bolsas eran elegantes y negras, con letras doradas estampadas en el frente. Nunca comí en un lugar que tuviera bolsas de entrega tan elegantes como éstas o, diablos, bolsas de entreg
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