Ciara Devoraba mi boca con ímpetu, paseando su lengua por momentos, mordiendo con suavidad la carne de mis labios, sacándome suspiros y causando que mi cabeza se nublara por completo. Sus manos haciendo una labor excelente, haciendo mi cuerpo convulsionar de placer, pedir más que sus dedos, algo más grande, algo que se negaba a darme todavía. Su boca descendió a mi cuello, lamiendo y mordiendo, hizo lo mismo cuando bajó a mis senos murmurando lo mucho que le gustaban y lo deliciosos que eran. Por un momento apartó sus dedos y su boca de mi, me sonrió juguetón y creí que alucinaba cuando se hizo espacio entre mis piernas. Mordí mi mano sana para que no escuchara el grito que ahogué cuando sentí su respiración en mi centro, cuando sus dedos fueron reemplazados por su lengua y sus labios. Sentí que mi mundo colapsó, quería gritar, llorar y retorcerme de placer, sobre todo soltar su nombre y pedirle más. Más de eso que ningún otro hombre me había dado, que ninguno me había hecho sentir
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