—Creo que ya conoces mi decisión, Gerónimo—le dijo digna, mirándolo a los ojos—. Jamás apoyaría a la persona que se atrevió a acabar con la vida de la mujer que más amaba en el mundo. Te garantizo que la justicia te alcanzara y pagaras por todos tus crímenes, tarde o temprano. Gerónimo frunció el ceño al escucharla. —Bien, que conste que te di la oportunidad de elegir—dijo antes de cerrar la puerta de manera brusca. Victoria suspiró aliviada, cuando por fin la dejo sola. Se sentía debilitada por la falta de alimento, pero estaba dispuesta a soportar su encierro sin rebajarse a suplicar a esos delincuentes. Realmente, la mujer creyó que podría llegar a soportarlo, pero cuando las horas se convirtieron en días y su cautiverio parecía interminable, no podía hacer más que implorar por piedad, afortunadamente, ninguno de esos hombres estaba a su alrededor para escucharla. —Tiene fiebre y está delirando—señalo uno de aquellos individuos a su jefe. —Quizás muera, de todas formas, ya no n
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