AmayaYo aún no entendía nada, pero al caer la noche y ver que mi marido no se presentaba a dormir, asumí que terminaría siendo una especie de locura agregada al nuevo paquete de sorpresa que no paraba de darme la vida. Uno que, sin duda, era toda una amalgama de nuevas sensaciones, así que salí a buscarme un muy buen libro, uno con todo lo necesario para pasar la noche tranquila, no obstante, cuando llegué ahí, la puerta del lugar sagrado estaba abierta y Gemma estaba hecha un ovillo en una esquina.—¿Qué sucede? ¿A quién tengo que matar por dejarte en ese estado? —le pregunté sabiendo la respuesta de antemano.—A tu hermano… Es un imbécil, estuvo con ella y eso, eso…Se echó a llorar y me acerqué con cuidado, con sumo cuidado para que no se alterase más.—¿Quién es ella? —le pregunté.—Ella es una zorra —dijo con rabia y negué.—Oye, tienes que tomarte las cosas con calma que yo no soy adivina, así que cuéntame el contexto de por qué le dices así a esa mujer, ¿conoces su situación?
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