Cuando llegaron a la vivienda, las luces de aquella mini mansión, que los Anderson habían construido para pasar allí sus fines de semana, estaban completamente apagadas. Como si allí no hubiese ni el más mínimo ser vivo.Con cautela, ambos hombres se apearon del coche y se encaminaron hacia la entrada. —Tú revisa la parte posterior mientras yo me encargo del resto —le dijo Joseph a George, quien asintió sin objetar nada. En ese momento, no le quedaba más remedio que enfrentar sus peores miedos. Sabía que podía, a fin de cuentas, lo había hecho aquella misma noche en la fábrica de cemento. ¿Por qué no podría hacerlo ahora? Luego de una intensa búsqueda de una hora, la extensión exterior de la vivienda era exorbitantemente amplia, los dos hombres se reunieron en el punto de partida. —¿Encontraste algo? —le preguntó George a Joseph. —Nada, solo un par de huellas de neumáticos. La tierra está húmeda, ha de haber llovido por aquí y por eso las huellas, pero, al seguirlas, me encont
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