Él se apoya más en mí y siento su fuerza y me besa con desenfreno, tomando mi boca, siento su respiración, sus piernas y caderas empujándome. Es como si quisiera llegar a mí de una forma que no lo puede controlar, como si no fuera suficiente. Yo le respondo ese beso, con todo el deseo que estuve aguantando por días, aceptando su toque con pasión y alegría. Él me sigue acariciando el rostro y el cuello, va a la base de mi nuca con suavidad y con una mano empieza a desandar mi moño hasta que mi cabello termina alborotado cayendo en suaves ondas. —Adelaida… mi Adelaida… tan preciosa— dice en un susurro y me vuelve a besar, yo me quedo con esas palabras, mi pecho ahora saltando en cada inhalación y exhalación. Con dedos temblorosos desabotono su camisa, un botón a la vez mientras él sigue en mis labios, sus manos en todas partes, en mi escote, respirando, agitado contra mí. Cuando lo libero de la camisa, él se la quitó rápidamente, y me da una mirada de aprobación, de que le gusta, de
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