El paisaje fue cambiando lentamente al alejamos de la urbe y sus ruidos para adentrarnos en el verde escocés, fuimos rodeados por montañas y lagos, la nieve, la paz, la quietud... Desde muy pequeña me había sentido sumamente atraída por aquella tierra repleta de príncipes y dragones, de magia y misterio, del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda, de torneos y justas entre caballeros y de princesas con largas y hermosas cabelleras. A lo lejos tímidamente se dejaba ver el Palacio de Scone, que asomaba entre una copiosa nevada, parecía un castillo de juguete espolvoreado con azúcar impalpable, celosamente resguardado por unos muros de piedra, altos y sólidos, que advertían que allí comenzaba propiedad privada y, para flanquear la entrada, unas puertas de hierro coronadas por un bello arco con las iniciales "B L" en él. Un guardia alojado en una casilla de roca que parecía muy acogedora nos hizo entrar abriendo la puertas eléctricas.—Al fin en casa —suspiró Asagi complacida mien
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