53. EL BAILE DE LA MUERTE.
Era una melodía fuerte, pero tranquila, poderosa pero agradable, casi parecía un fuerte susurro del viento en medio de una tormenta, los violinistas movían sus manos con ligereza y perfección, el pianista parecía que hacía danzar sus dedos sobre el teclado, las flautas dulces cantaban alegremente y el violonchelo le daba ese toque oscuro a la canción. —Bailas muy bien —le dije a Ivar que no había dicho una sola palabra desde que comenzamos a danzar. —No tanto como tú, es difícil seguirte el paso. —Espero que entiendas cómo me siento cuando estamos desnudos en la cama, a veces es difícil seguirte el paso. Un gruñido casi gutural salió de su garganta mientras se aferraba con un poco de fuerza mi mano. Sus labios se veían provocadores y parecían incitar a besarlo. La atmósfera misteriosa, los murmullos de las personas, la forma en la que estaba vestido, el lugar tan imponente, la pista de baile, todo parecía casi inexistente y eramos únicamente él y yo allí. —¿No tienes miedo? —m
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