Ella le lanzó una mirada fulminante y salió precipitadamente de allí dejándolo atrás. En cuanto salió de la villa echó a correr, esperando que el viento que sentía en el rostro acabara con sus deseos de echarse a llorar. Las lágrimas pugnaban por salir y ella furiosa por ese hecho intentaba controlarse, pero lo cierto era que no podía. Corrió hacia la playa y siguió corriendo. Sintiendo en el rostro la brisa del mar y absorbiendo el aroma salado. Una ligera lluvia empezó a caer y lo agradeció pues el agua le lavaba el rostro de las lágrimas que ya salían sin control.Corrió con más fuerza y deseó gritar. Se alejó lo suficiente como para no tener turistas o pescadores cerca y finalmente se derrumbó sobre la arena, cayó de rodillas y lloró sin ninguna contención como un animal herido. Nada había salido como ella había esperado. Nada. Máximo estaba allí, la había seguido. Quizás para comprobar que ella si le era infiel, quizás la había seguido por que, a pesar de todo, el deseo que sentí
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