CARMENMe doy la vuelta, con los dedos agarrando fuertemente mi teléfono mientras él está de pie ante mí. A la luz del día, su aspecto es más amenazante, engañoso con la extraña máscara puesta.—No, no, no...— Mi pie cae sobre el montón de barro, retorciéndose en los dedos y la gravedad me tira al suelo, mi única mano cae sobre el teléfono desechable y la voz de Irma se detiene cuando la cosa se estrella bajo mi palma.—Vamos, cariño—. El hombre da pasos hacia mí mientras yo arrastro mi cuerpo hacia atrás, el dolor en los dedos de los pies hace que me cueste hacer funcionar mis piernas. —Deja de jugar y acaba con esto.Su voz. ¿Cómo puede alguien tener una voz tan dura? Suena como si tuviera algo en la boca, haciendo el sonido irreconocible. Pero hay un indicio de algo conocido. Debo haberlo escuchado antes. Sé que le he oído antes.—¿Qué quieres de mí?— Le pregunto. Me duelen las manos cuando mis palmas se arrastran por la grava, rebanando una capa de piel. —No tengo nada. Por favor,
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