Ahmed y Aisha, unieron sus lenguas y mordieron sus labios, el árabe recorrió su cuello con su boca, le quitó la ropa despacio, tenía la facilidad de hacer de la espera, una deliciosa, pero cruel tortura, lamio dulcemente cada centímetro de su cuerpo, ese cuerpo que para él era una hermosa escultura.—Te amo, me vuelves loco, no quiero perderte, prometeme que no voy a perderte.Aisha lo besó de nuevo para callarlo, él la acariciaba con pasión, pero también con una dulzura infinita, sus manos expertas amenazaban con hacerle perder la cordura, sus movimientos suaves, lentos, desataban en ella inmensas olas de placer que amenazaban con consumirla totalmente, y así al ritmo de ese vaivén, se fundieron en uno solo hasta estallar de placer.Por la mañana, Ahmed despertó, Aisha aún dormía recostada sobre su pecho, ella despertó cuando él intentó levantarse, le dió un beso en la frente.—Buenos días dormilona. ¿Tienes idea de cuánto te amo?Ella solo sonrió, cada vez que lo decía, Ahmed deseab
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