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Todos los capítulos de Hojas en otoño: Capítulo 11 - Capítulo 20
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¿Un nuevo amor...?
Los días transcurrían, así como las noches de estudio y las tardes de lectura, pero sin importar que tan ocupados se encontraran, siempre encontraban la manera y el tiempo para pensarse. Miranda observaba la fachada de la universidad de enfrente con el fin de ver los ojos de él. Por otra parte, Michelle recordaba aquel sueño suyo que, ahora, veía tan lejano.Después de algunos minutos, ambos recordaban que, después de buscarse desesperadamente habían decidido dejar de hacerlo; así que sacaban, cómo podían, al otro de su mente.* * *El primer semestre de Miranda y el quinto de Michelle estaba a punto de concluir, tan solo hacían falta dos semanas y, entonces, ambos tendrían un largo mes de descanso. En aquel mes, ambos se dedicarían a ellos mismos, tal vez buscarían un amor que no resultara irreal, complicado y confuso, sino que los llenara y los hiciese sentir plenos cómo nunca en sus vidas.Michelle acompañaba a Thomas y James a almorzar con las chicas de la universidad de fachada c
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No...
La relación entre Miranda y Matthew no tardó en llegar a oídos de Victoria, quién al enterarse sintió una extraña sensación de vacío en todo su cuerpo y un incomparable pesar en el pecho, cómo quien escucha una mala noticia, el corazón se le encogió al tiempo que sus esperanzas de tener un yerno italiano se desmoronaban. ¿Cómo era que Miranda había preferido a ese otro neoyorkino? No hacía ningún sentido. — No estoy de acuerdo — expresó a Joseph, al momento de apagar las luces para dormir. — ¿Con qué? —, su esposo no apagó las luces ni se arropó, quería escuchar a su esposa. — Con la relación de Miranda — suspiró — no me gusta esa relación, ¿qué hace él? ¿Ver piedritas? No, Joseph, él no le dará la vida que ella merece. — Oh, Victoria; qué Matt sea geólogo no significa que no pueda darle una espléndida vida a nuestra hija. Joseph no era mucho de llamar a su esposa por su nombre, rara vez lo hacía, ya que casi siempre se dirigía a ella de manera cariñosa, con apodos como "querida
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Mismo comienzo, diferente historia
El viernes por fin llegó; James y Thomas fueron al club y Michelle no los acompañó, tal y cómo había decidido el miércoles. De alguna manera eso los entristecía, ir al club no era lo mismo sin su (a veces), ocurrente amigo, pero no discutirían su negativa. Desde el momento en que entraron al club, hubo una chica que llamó la atención de Thomas y él... bueno, no fue tan discreto como de costumbre; James se dio cuenta del interés de su amigo, pero no dijo nada. Aún no era momento. Thomas no lograba apartar la mirada de la chica, ella era rubia y rizada, su rostro era redondo y su mirada exrovertidamente tierna; sus ojos verdes... Tom no pudo evitar caer. Ambos amigos se adentraron en el club, aunque no demasiado, la mesa de la rubia les era visible desde la suya. Tal vez era una coincidencia o tal vez un plan ideado por James. Tom no tomó una sola bebida o cóctel con alcohol, a diferencia de James; pero a pesar de ello, ambos lograban comunicarse coherentemente, pues el más alto no b
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Matthew
Matthew B. White, era un joven geólogo que no tenía grandes ambiciones, tan solo quería una vida tranquila, quería casarse y tener 2 hijos: una niña y un niño. Soñaba con encontrar a la mujer perfecta, una visión un tanto irreal teniendo en cuenta que se encontraba en Estados Unidos y que su estereotipo de "mujer perfecta", era algo más... inglés. Aun con ello, logró encontrar a una mujer que robó su corazón y, en menos de un instante, cambió su vida por completo, todos esos fantásticos estándares se desmoronaron al verla: Miranda Gardner, una chica ocurrente, graciosa y con, casi, 2 carreras universitarias. Alguien apasionante a quién conocer y, mucho más, amar.Gracias a su educación, sus estándares y varias ideas, White solía ser percibido cómo el ser más egocéntrico sobre el planeta, para algunos incluso era un ser desagradable; pero, en realidad, no era del todo así.Algo que no muchos sabían era que, detrás del ego de Matthew, se escondían incontables miedos e inseguridades; de
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"¿Cuándo se volverán a ver?"
De vuelta en el departamento de Michelle y James, Thomas contaba todo lo sucedido la noche del viernes en el club a la par que ordenaba un poco el desastre de sus amigos. — ¿Alguna vez se les ocurrió, no sé... — se interrumpió acomodando algunos platos en la alacena que, hasta ese momento, estaba vacía —... usar el maravilloso espacio que se esconde tras la puertita de madera? Sus amigos negaron con la cabeza sin darle mucha importancia, no les incomodaba su desastre y tampoco les molestaba que Tom ordenara un poco al tiempo que los regañaba. Ya era algo así como una costumbre, casi "tradición familiar". — ¡Increíble! —, la expresión habitual —. Me sorprende mucho de ti, Michael, siendo europeo... James rio. — ¡Ey! — la indignación del italiano era casi genuina —, ser europeo no es sinónimo de locura por el orden. — Ya me dí cuenta... Después de algunos regaños más y algunas dudas cómo: "¿por qué comparten habitación sí tienen dos?" y recibir respuestas tan extrañas cómo: "porqu
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Dos caminos
Humedad, eso sentía y nada más, no había revoloteo o electrizante sensación, ni ninguna clase de placer; era solo humedad, ni siquiera terminaba de agradarle, pero no se apartaría.Sus labios respondían al toque de los otros como un reflejo, no se podía decir que se fundían porque no lo hacían en absoluto. Eran tan solo besos, besos entregados y cargados con el más grande y pasional sentimiento, de un lado, pero que del otro, no recibían nada más que una respuesta vacía. Uno de los dos involucrados no sentía nada de lo que profesaba y, por eso, no era capaz de transmitirlo.¿Cómo se transmite algo que no se siente?Y ese alguien que no sentía más que humedad era ella; ella no sentía nada más que un contacto algo húmedo que suponía ser romántico y despertar las sensaciones más maravillosas y adictivas, pero nada de eso sucedía.Él por otro lado, no solo sentía aquella humedad, aquel contacto sino que también todo lo que aquel momento significaba, sentía a su corazón acelerarse con cada
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¿Destino?...
A veces enamorarse de la vida y sus placeres es la mejor forma de sanar al corazón herido; pasear por los parques, apreciar los pequeños y hermosos detalles que el mundo ofrece, percibir el aroma de las flores, sentir la brisa en el rostro, tomar una taza de café, incluso ver una pintura... todo aquello no solo sana al corazón, también cura el alma. Justo cómo Oscar Wilde alguna vez expresó: "Nada excepto los sentidos, puede curar el alma, como tampoco nada, excepto el alma, puede curar los sentidos".Eso fue justo lo que Michelle decidió hacer; y por supuesto que no se dio por vencido en el amor, más bien decidió que no era el momento. Optó por esperar, tal vez algo llegaría con el tiempo.El amor llega sin necesidad de ser invitado o solicitado, simplemente llega cuando debe hacerlo, sea tarde o temprano, pero siempre hace una maravillosa entrada; Thomas le había dicho aquello en alguna de sus tantas charlas y, según parecía, tenía razón, ¿o serían solo las optimistas palabras de un
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Corazón dividido : ¿zafiros o esmeraldas?
La relación de Miranda y Matthew avanzaba espléndidamente o, al menos, así era cómo se veía para los espectadores y un tanto para los protagonistas. Él ya no dudaba más de los sentimientos de ella, estaba satisfecho sabiendo que ella lo amaba o mejor dicho, creyendo que lo hacía; y ella… ella buscaba la manera de amar a Matt, de realmente hacerlo, se esforzaba por sentir algo cuando sus labios se encontraban, luchaba por sonreír con cariño genuino. Quería amarlo locamente y sentir todo lo bonito que un enamorado siente, al verlo, al verlo a él y no al italiano.No quería seguir buscando los ojos grises de Michelle en los cafés de Matthew, no se suponía que él fuera un reemplazo.Y aun con ello, con todos esos debates de Miranda, la relación seguía avanzando sin muchos problemas.Victoria observaba todo con cierto descontento, no conocía a Matt y tampoco lograba apoyar o aceptar que Miranda estuviera saliendo con un joven neoyorquino y no con un italiano. Tal vez le hubiera resultado má
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Un capricho...
El destino y la suerte son amigos que no siempre disfrutan de andar juntos, son algo caprichosos con lo que conceden y, ciertamente, no siempre están de acuerdo, pero cuando lo están todo siempre resulta en las más bellas coincidencias y, por supuesto, grandes historias de amor.Miranda se encontraba más emocionada que de costumbre, sentía un enorme nerviosismo y encanto, justo como quién quedo de verse con alguien a quien ama por vez primera. Jess y ella se dirigían a la universidad de enfrente, por supuesto que no entrarían, permanecerían en la acera para que Gardner pudiera apreciar aquella fachada con mayor cercanía.* * *Al mismo tiempo, Michelle y Thomas guardaban sus cosas para después poder reunirse con James en la entrada de la universidad; él había salido a comprar comida incluso sabiendo que en la cafetería había de sobra.De cualquier forma, se reunirían con el castaño y quién sabe, tal vez hasta almorzarían en aquellos jardines delanteros, muchos ya lo hacían y parecía a
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¿Un plan?
Thomas y Megan disfrutaban de la compañía del otro; él ansiaba entregarle las joyas que había comprado a la chica, pero su ser estaba demasiado agobiado o confundido, no estaba seguro.La rubia se percató de aquello, le resultó extraño; Tom no solía permanecer tan callado, ni tampoco acostumbraba no compartir sus pensamientos. Megan comenzaba a creer que había dicho o hecho algo malo, aunque ese tipo de ideas no eran muy afines con ella, pero por alguna razón no podía evitar pensarlas.— ¿Todo bien, Tom? —, preguntó tímidamente, él se sintió extraño, ella nunca hablaba así y qué lo hiciera en aquel momento lo entristecía sobremanera, pensaba que tal vez había herido a la rubia o la había hecho sentir mal. No quería eso.— Meg, querida — dijo con una sonrisa mientras ponía la mano de la chica entre las suyas —, está todo bien, no temas preguntar.— No lo hago, nunca lo he hecho, pero es que hoy estás tan callado...— Ah, es eso, ya veo — Tom asintió repetidas veces —, ayer pasó algo qu
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