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Todos los capítulos de Una esposa para el rey : Capítulo 21 - Capítulo 30
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21° El deber de los dos.
Rahyra se quedó en silencio un rato mientras el rey la observaba detenidamente, el hombre tenía los puños apretados y la mirada fría, como si por sus cabeza estuvieran pasado todas las cosas que él pudo haber hecho para tenerla enojada y eso le causó un poco de rabia. —Máximo me visitó hoy — le dijo ella y el rey apenas si se movió — parece que sus espías son competentes. —O él es un mentiroso —añadió él — ¿qué te dijo? — Rahyra se miró las manos. — ¿Cuándo pensabas decirme que mi hermana le envió un vencejo a Valyor? — el rey se la quedó mirando un momento y Rahyra le apartó la mirada. — A penas recibí la información hoy — le dijo él —¿Por qué pensaste que no te lo iba a decir si aún no había tenido oportunidad? — se puso de pie y caminó a su lado de la cama — Pensé que eras más inteligente que esto, Máximo es un idiota y si te dejaste engañar por él… — No lo quiero aquí — le interrumpió ella y Maxwell la miró. — ¿A máximo? — Rahyra asintió con vehemencia. —He oído rumores — le
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22° Valyor el traidor.
A Raeyron le dolía la espalda, llevaba muchas horas en la misma posición y comenzaba a tener calambres, pero no podía moverse, cualquier movimiento podía hacerle daño a Maiken y a él le convenía que estuviera bien.Después de que fueron rodeados por los hombres de Valyor, Raeyron entendió que tenía la batalla perdida, ni aunque Maiken estuviera en condiciones de pelear sería suficiente para poder librarse de aquella situación, así que los metieron en una carreta incómoda y él tomó el enorme cuerpo del guardia real y lo acostó sobre su pecho para evitar que la flecha que aún tenía clavada en el estómago se moviera y le hiciera más daño.— Tuve suerte — le dijo después de un día de viaje el guardia real y Raeyron no compartió esa idea — si la flecha me hubiera dado en algún órgano ya estuviera muerto.— Tal vez — le dijo — pero necesitaremos a una sanadora para que la saque y detenga la hemorragia, además, que no hayas muerto en un día no significa que no te hubiera hecho daño — Maiken
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23° Planes de guerra.
Todo el séquito real, de pie ente la muralla que dividía el castillo de la cuidad de Emorne, estaba despidiendo a Máximo Lévesque, Lord de Rio Nuevo y las tierras de las praderas que regresaba a casa.Cuando el hombre avanzó hacia su hermano, Maxwell le apretó la mano con fuerza y le apoyó la mano en el hombro apretándolo.— Se paciente y mesurado — le dijo el rey — la gente de las praderas es orgullosa, deja a tus mujerzuelas y concentrate en lo que vas a hacer.— Puedo hacerlo, hermano — le dijo Máximo y Maxwell blanqueó los ojos, lo acercó por el hombro y le dio un fuerte abrazo.— No seas idiota, envía un vencejo en cualquier momento si necesitas ayuda y recuerda que soy el rey, no me hagas enojar que te daré unas palmadas en el trasero — Rahyra vio como los rostros de los hombres cuando se apartaron del abrazo eran honestos, como si lograran dejar, aunque sea por un momento, esa rivalidad tonta que tenían, como si Máximo recordara lo que su hermano mayor había hecho por defenderl
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24° La boda del traidor.
Raeyron apretó el cuerpo de Maiken contra el suyo. Algo que le atormentó los primeros días de estar ahí encerrado en esa celada, parte del insistente ruido del guardia real al respirar, fue el frio que inundaba el lugar. Las tierras áridas se caracterizaban por ser más calientes, entre más al sur más calor, y Zorba era lo más al sur que se podía ir en el primer mundo. Pero a pesar de aquello, el frio intenso que se experimentaban dentro de las celdas era la cosa más absurda que hubiera experimentado, ni siquiera cuando se perdió en las frías montañas tras el castillo en Belmonte había sentido tanto frio, y el pobre de Maiken casi muere una noche de fiebre de no ser por una mujer muy vieja que llegó una madrugada con un valde lleno de instrumentos.Fue una mañana complicada, sacarle la flecha a Maiken del vientre más que doloroso fue arriesgado, pero por alguna razón Valyor los quería con vida.Ya había pasado una semana de aquello y el guardia le mostraba cada dos minutos orgulloso co
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25° La reina del traidor.
Raeyron se miró el cuerpo, aún no había salido de la celda y ahí había tenido que cambiarse y bañarse con el gua más fría del mundo mientras los hombres de Valyor los miraban atentamente.Se preguntó como un imperio tan grande y poderoso como las estirpes que vivían en el desierto de Zorba habían decidido servir a un hombre como Valyor, incluso a los Lévesque les costó hacerlos arrodillar aunque ellos los liberaron y abolieron su esclavitud, eran orgullosos y fuertes, inquebrantables, y ahí estaban, sirviendo al que traicionó a la familia que, cientos de años atrás, los había hecho hombres y mujeres libres.— ¿Estás listo? — le preguntó Maiken y Raeyron lo miró, le habían puesto una armadura antigua de la guardia real con el emblema de la serpiente bien marcada en el pecho y él no pudo evitar notar que se veía tremendamente atractivo.— Lo estoy — le dijo y no puedo evitar que un tono molesto y preocupado se le escapara.— Esto no es tu culpa — le dijo Maiken, aunque Raeyron creyó que
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26° Intruso.
Esa noche Rahyra estaba sentada en la cama mirando las luces tenues de la ciudad por la ventana cuando Maxwell entró por la puerta, dejó la corona sobre el pedestal y se tiró a la cama boca abajo, lucia más cansado y estresado si eso podía ser posible.Ese día apenas se habían marchado los líderes de las estirpes de las tierras de hierro y por suerte para el reino habían jurado pelear con Maxwell cuando llegara el momento. Eso ponía las cosas a favor de ellos, tenían todo el poder de tres de los cuatro países del primer mundo. Pero Rahyra no tenía buenas noticias, para nada, y en cuanto llegó el vencejo con un mensaje de las viudas silenciosas supo que no dormiría.Maxwell se levantó y se apoyó en su codo al ver que Rahyra estaba estática como una estatua y luego estiró la mano hacia ella para tocarle el hombro y ella dio un respingo, casi como si hubiera olvidado que el rey llevaba un rato echado junto a ella.— ¿Qué pasó? — preguntó incorporándose y Rahyra no tuvo fuerzas ni de tend
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27° El regalo.
Durante el camino a su habitación, a Rahyra comenzó a entrarle un mareo incómodo, había rodado por las escaleras como una pelota de tela y eso a dejó mareada y un poco somnolienta.— La reina tiene razón — dijo Maiken mientras caminaban — ese hombre debió de estar escondido en el castillo durante todo este tiempo esperando la oportunidad perfecta para escapar, por suerte aun no me había dormido — luego miró a Rahyra — por eso quiero estar a su lado todo el tiempo, hay riesgos en cada momento — Rahyra se agarró al brazo de Maxwell.— Lo sé, pero no puedes trabajar de día y de noche durante toda la semana.— Si puedo, mi reina.— No lo harás, si un hombre no duerme no puede defenderse ni así mismo — lo regañó ella y él agachó la cabeza.— Aumentaré la protección para mi esposa, no se preocupe, Sr Maiken — dijo Maxwell y cuando llegaron a la puerta un grupo de diez hombres custodiaba la entrada y Maiken se vio, bien obligado, a ir a descansar mientras Cleo se lo llevaba arrastrado.Cuand
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28° Huir.
Raeyron tenía frio, e incluso el estar sentado en el suelo al lado de la hoguera bajo la arena caliente le era insuficiente para conservar el calor.Maiken estaba unos metros más allá y juntaba las provisiones que habían robado antes de salir del castillo de Valyor, parecía que no tenía buenas noticias.Cuando llegó con él, se sentó a su lago y la piel del brazo del guardia rozó la suya, estaba tan cálida que Raeyron tuvo el impuso de acercarse más, pero se quedó quieto.Ya era casi media noche y ninguno de los dos había logrado conciliar el suelo, la luz de la luna le daba una muy buena vista a todo alrededor ya que estaban sobren una duna arenosa y estable por la que subieron.— ¿Y ahora? — le preguntó el menor y el guardia ladeó la cabeza.— Las provisiones no nos alcanzarán para salir del desierto — le dijo y Raeyron pateó un tronquito de madera — tendremos que aguantar al menos dos días sin nada, pero creo que lo lograremos, lo único que me preocupan son los caballos — Raeyron mi
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29° La guerra interna.
Cuando Rahyra despertó el rey no estaba con ella, parecía que debería acostumbrarse a aquello, pero siempre le quedaba un desazón en el estómago despertar sola en una habitación tan enorme y fría, pero ya no estaba sola, y no lo estaría por mucho tiempo. Se acarició el vientre y se preguntó cuanto tiempo tomaría para comenzar a notársele la panza.No sabía cómo sentirse al respecto, su madre le había dicho que amaría más a sus hijos de lo que una persona era capaz de llegar a imaginar y eso la asustó, ¿y si no era una buena madre? Nadie la había entrenado para aquello y lo primero que quiso hacer cuando se levantó esa mañana fue enviarle un vencejo a su madre para hablar con ella, tenía tantas cosas por preguntarle que tenerlas atrancadas en la garganta le estaba resultando abrumador.Cuando Cleo entró esa mañana para ayudarla a organizar para el desayuno notó algo extraño en ella, pero no dijo nada y Rahyra tampoco comentó, pero supo que eventualmente tendría que contale tarde que te
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30° El concejero y la reina.
Rahyra esperó esa noche a que Maxwell llegara, había pasado el resto del día por ahí en los pasillos acompañada de Sr Eliver y Cleo para intentar a averiguar qué era lo que planeaba el consejero del rey, pro entre los tres no fueron capaz de llegar a ninguna conclusión.— Tal vez solo quiere proteger al rey — dijo Eliver — le comunica los rumores de la gente y él tambien los cree.— La verdad yo creo que le tiene miedo a su majestad —dijo Cleo mientras le robaba una uva a Rahyra del plato lleno que tenía en frente. Rahyra le ofreció una a Sr Eliver que la tomó con timidez — él debe saber que lo escuchaste anoche en la torre de los vencejos y por eso quiere envenenar al rey en tu contra para que cuando tú le cuetes sobre lo que escuchaste él no te crea — Rahyra ladeó la cabeza llena de frustración. Nunca imaginó que el ser reina sería tener que enfrentar la muerte una vez al mes más las traiciones de todos los que a rodean.— Puede ser — dijo ella — ¿qué opina, Sr Eliver? – el hombre s
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