Si me llegan a decir todo lo que me iba a pasar tras el infarto, no me lo hubiese creído, durante toda mi vida he sido testigo de la lucha que mis padres emprendieron para darme lo mejor y que no me faltase de nada, por eso, les quiero demasiado, a ellos y a mi abuela, a la que no concibo mi vida sin ella. Llegar a caer en el vacío, en el abismo, en la lucha por llevar adelante una casa y a uno mismo fue agotador, pero más agotador aún fue el resultado final de la batalla, pero eso es otro tema, hemos tenido que pasar muchas cosas para llegar a poder abrazarnos Mane y yo. Un abrazo implicaba muchas cosas, implicaba refugio, protección, implicaba un cierto aprecio que se tiene que adquirir de cara a que todo salga bien. Fue un tiempo en el que tuvimos muchos vaivenes, un tiempo en el que sentía que sin Mane la vida había dejado de tener sentido para mí, saber que habíamos emprendido una carrera sin llegada a la meta me mataba por dentro. — Hola Cariño... ¿Qué estás haciendo? — Mi ma
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