Narra Alondra FerreyraY ahí estaba de rodillas y arrastrándome en el suelo, rogándole y suplicándole amor y un perdón, al único hombre al que había amado en mi vida, a mi güero, a mi David de María. Pero nada parecía funcionar, él estaba como poseído, como fuera de sí mismo y no quería escucharme ni saber nada más de mí, siendo Carmen quién me levantó del piso, mis lágrimas no paraban y ya no sabía, más que hacer.–Alondra, levántate hijita por favor. Te hará daño estar así – Carmen, me abrazó una vez que estuve de pie – Vamos a tomar un té y esperemos a que David se calme.Sentía como si no estuviera en mi cuerpo, desvanecida, como si me hubieran quitado toda la fuerza, como si esta no fuera yo.–No me calmaré madre, no me puedo calmar – Decía David – Por favor, yo necesito salir un rato, sin que nadie me moleste. –Está bien hijo, sólo te puedo pedir, que no hagas más tonterías David, por favor – Le pidió Carmen – Piensa bien las cosas antes de actuar, por favor.–Sí madre, regreso
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