Mhia Morshell Odiaba estar en mis días. Odiaba sentirme sensible, cualquier cosa me molestaba y me daba un hambre de los mil demonios. Solo le pedí a mi cuerpo que no me dieran los cólicos tan fuertes, pero claro, como el universo parecía estar en mí contra, me dio con todo. Era la tercera vez que vomitaba en el día, las pastillas que me había comprado Jace no habían surtido efecto y les juro que quería morirme. Me lavo la cara y me enjuago la boca. Mi reflejo en el espejo era horrible, parecía un cadáver andante, mis ojeras estaban más marcadas que antes y mis labios estaban resecos. Intento salir del baño, pero fallo, estaba demasiado débil para sostener mi propio peso. Jared se da cuenta de eso, porque se acerca apresuradamente a dónde estoy. — ¿No puedes caminar? — pregunta. — Estoy muy débil y mareada para hacerlo — susurro, ni siquiera reconocía mi propia voz, estaba demasiado roncan por el esfuerzo de vomitar. Jared sin pensarlo dos veces, me carga entre sus brazos y me
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