La urgencia de ambos era evidente, después de tanto tiempo sin tocarse. — Adrián hazme el amor, te amo, te necesito conmigo, estoy muriendo lentamente en agonía. Sus palabras lo dejaron sin aliento, ella le ha confesado su amor, ahora es su turno. — Quiero que repitas muchas veces que me amas, porque yo muero de amor por ti y te lo haré saber cada día. Ahora solo quiero amarte, lo voy a hacer, te haré el amor todos los días de mi vida. La abrazó muy fuerte, devolviéndole los besos que tenía guardados, rindiéndose ante sus palabras, ante su amor por ella. Sus labios se mueven al mismo ritmo, lujuriosos, ansiosos, el cuerpo de Adrián pegado a ella le hace sentir lo mucho que la desea, a sí mismo estaba ella, derretida, húmeda, llena de fuego. Lo deseaba tanto que dolía. Después de todo lo pasado, de la angustia, el dolor, la soledad y las ganas de no seguir viviendo, ahora están ahí, amándose, sintiendo las ganas del otro en la piel. — ¡Qué pasa! ¿Por qué te detienes? preguntó Vic
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