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Vio una sombra caminar por las calles, algo que lo hizo ponerse en guardia y cuando vio de quien se trataba se tranquilizó un poco.—Llegas tarde — dijo él.—Me aseguraba que el resto del plan saliera bien.Su amigo asintió y ambos se giraron al mismo tiempo para ver la pequeña casa de Anastasio, no sabían que era lo que encontrarían, pero del algo Arlen estaba seguro, encontrarían algo que delataría a Renfield.—¿Qué piensas? — preguntó Arthur.—Puede que encontremos algo, tengo una ligera sospecha que hay encerrado muchos secretos en esa casa.—Deberíamos entrar y hacer esto rápido antes de que alguien nos descubra.Ambos treparon por la barda y saltaron bajo el amplio jardín, permanecieron unos momentos ocultos dentro de unos arbustos por si no hubiese nadie merodeando la casa. Una vez seguros corrieron a hurtadillas hasta llegar a la puerta trasera de la cocina. Arlen buscó una especie de llave maestra y con ella intentó abrir la puerta.—Por lo visto tienes experiencia abriendo c
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Contemplaba con horror las marcas en sus manos que fueron a causa de los grilletes, su rostro pálido y demacrado, pero sobre todo los labios partidos, eran sin duda marcas de algún tipo de tortura. No quiso ni imaginar el dolor que debió sentir e incluso la fuerza de voluntad que tuvo para sobrevivir.Pasó la yema de sus dedos por su frente pero en el instante que ellos lo rozaron, una mano interceptó la suya en el aire. Entonces ella vio la profundidad de sus ojos dorados y se sumergió en ellos.¿Quién es usted? — preguntó en tono apagado pero severo.Sin soltar a la joven, Máximo se llevó una mano a la cabeza, todo le daba vueltas en la cabeza y lo único que pudo recordar era la cara de Arlen y el tal Arthur. Ellos lo habían sacado de esa pocilga donde había estado por tres años, por fin era libre y le haría pagar cada una de todas las que su miserable primo le había hecho a él y al resto de todos los que se cruzaron en su camino.¿En dónde estaba? Y sobre todo ¿Quién era esa pequeñ
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—¡ANASTASIA!Arthur la tomó entre sus brazos y el cochero le ayudó a subirla al carruaje, pero antes de partir, le ordenó a uno de sus lacayos que fuera en busca del doctor Johnson y lo llevara a casa de Angus Roche, a lo que el joven asintió y salió corriendo en dirección a la residencia del mencionado médico.Le tocó la frente y negó, estaba ardiendo, su cuerpo temblaba y los labios comenzaban a resecarse.—No…Susurró ella, probablemente estaba al borde de la agonía y esto le preocupó considerablemente y temía por la reacción de su amigo Arlen. Esa noche había quedado en reunirse con ellos para jugar cartas, pero no quería dejar a Teodora sola en compañía de Máximo, a lo que ella le dijo que se fuera con cuidado, así que más tranquilo partió de casa.Estaban reunidos en la sala, Angus Roche, Lady Bernarda, Arlen y la tía Brígida quien había llegado de Cornwall. Estos dos últimos jugaban ajedrez y la anciana iba ganando la partida.—Eres pésimo Arlen — se burló la mujer — Jaque a tu
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