Cloe se dio un último vistazo en el espejo, luego tomó su bolso y salió de su habitación rumbo a la sala. Sus padres aparecieron al mismo tiempo que ella. Su madre traía los labios hinchados y el cabello algo desordenado. No necesitaba preguntar que habían estado haciendo, era más que claro. Su padre sonrió como un niño al ser atrapado haciendo alguna travesura. —¿No son demasiado viejos para escabullirse en algún rincón de la casa para meterse mano? —preguntó con sorna. —Vigila como nos hablas, aún somos tus padres. —Pese a que trataba de ser una advertencia, su padre seguía sonriendo—. ¿Saldrás con Fabrizio? —No, me veré con Isabella y Laila. No me esperen despiertos. Su padre soltó una carcajada. —Extraño cuando eras una niña —dijo él—. Bueno, al menos tendremos la casa para nosotros solos por las próximas horas —acotó besando la mejilla de su esposa—, seguro que se nos ocurrirá algo divertido que hacer mientras tanto. Levantó la mano y se tapó los oídos. —No necesitaba escu
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