La luna está brillando en lo alto y, al mirar el reloj, noto que solo faltan un par de minutos para que sean las doce. Frente a mí, mi hijo a punto de cumplir dieciocho años, está vestido con la bata típica de quien va a pasar por su primera transición, y me permito apreciar lo bien que ha crecido en éstos años. Es tan similar a su padre, aunque posee mi heterocromia, lo que hace que uno de sus ojos sea rojo y el otro azul, dándole un aire exótico que, si ya de por sí es guapo por ser nuestro hijo, eso es un aliciente que hace que todas las lobas solteras lo miren cuando pasa. Aunque no fuera el hijo del Alfa, seguro que todas lo querrían de todas formas a su lado. Sé que está nervioso, no lo culpo, pero parece que la presencia tanto nuestra como de su hermana, (sí, tuvimos una niña, aunque ella solo tiene diez años actualmente), los mellizos, sus parejas e hijos (básicamente sus "tíos y primos"), además de sus abuelos, es una gran ayuda para sus nervios y ansiedad en tanto espera qu
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