--Hey… mírame, mi pequeña rojita… déjame verte, déjame verte—carajo, qué vergüenza, ¿Cuándo hice esto sin pensar? No sabía qué hacer o decirle, solo me había calmado en sus brazos, mientras sentía como todas las miradas estaban sobre nosotros, que vergüenza, maldita sea tierra, trágame y escúpeme en el medio oriente, por favor, por favor…--Ness, necesito verte, estas heridas, necesito verte por favor, solo déjame verte, no sabía que eras tú, por favor déjame verte…Él hizo un poco de fuerza para poder hacer que yo me soltara un poco, la verdad es que estaba aferrada a su cuerpo como un koala, lo había visto desnudo en su casa y definitivamente se veía muy bien, pero ahora abrazarlo, tenerlo tan cerca, eso era terrible, tanto así que al quedarnos cara a cara, podía notar como su expresión llena de dolor cambiaba a una enojada, para luego a una preocupada y otra llena de un pensamiento que no entendía, Ancok Muliet, aquel que para mí era la primera vez viéndolo, pero a la vez era la bil
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