Las gotas de sangre caían una a una, a un compás que le parecía fantástico y grandioso.—Ayuda…ayuda por favor —la voz es casi un susurro—. Ayúdenme…Los susurros también le parecían algo relajantes, siempre y cuando no hiciera más ruido.El peliblanco lo ignoró olímpicamente mientras fumaba y jugaba en su celular, Mandy Crush. No le agrada en sí el videojuego, sin embargo, algo tenía que hacer para pasar el tiempo.—Ayúdenme…ayúdenme.Casi, un dulce más y lograría su récord personal en toda la vida. Sólo un dulce más y lo lograría…—Por favor, por favor, ayuda.Tosió con fuerza una y otra vez. Justo en ese momento a su cuerpo le agarró un ataque de tos potente y sin tregua.De la irritación, perdiendo la concentración, el peliblanco deslizó su dedo incorrectamente, perdiendo la oportunidad de ser ganadora.—Ah, maldito hijo de perra…Tomó la gruesa barra de metal que descansaba por la pared y fue a paso rápido junto a la persona colgando del techo. Amarrada con una cadena de metal an
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